—I will love you again.
Escuché el sonido de su voz detrás de mí, en mi cuello.
Recorriendo cada centímetro de mi piel como si fuera un susurro, como si fuera
un secreto entre dos amantes que se reencuentran a plena luz del día frente a
todo su mundo oculto.
La banda seguía tocando, la música llenaba nuestros sentidos
y yo podía sentir como la guitarra delante de mí chocaba contra mis muslos. La
apreté más, quería hacerla mía, quería que en cada rasgadura de sus cuerdas
pudiera sentir como él volvía a hacerme el amor como casi cada noche, quería
que sólo fuéramos la guitarra y yo la que guardara nuestro amor secreto. Cerré
los ojos y me dejé llevar por el sonido que salía de entre mis dedos, sonaba
una canción suave, una balada de rock
que llenaba entre la voz del amante pasajero que se había alejado ya de mí y el
griterío de las mujeres enloquecidas que nunca podrían tener a esa voz que
amaban sin conocer.
Olvidé quien era, tal como hacía cada noche; olvidé a quien
tenía cerca y a quien tenía lejos en ese momento; olvidé el ruido que había a
mi alrededor y logré crear un silencio. Entonces recordé, sólo recordé lo que
es el amor. El amor es olvidarlo todo y dejarte llevar por la locura más loca
que se te haya pasado por el corazón. El amor es mirar a los ojos de la persona
que te hace cometer esas locuras y querer cometer más, aunque éstas te lleven a
traicionarte a ti misma y a todos los que quieres.
La voz de Logan lograba eso y más.
Pero la canción terminó y tocaba abrir los ojos, despacio.
Costaba volver a la realidad, pues ahí estaba él, con su sonrisa de ángel de la
seducción, encandilando a todas sus mujeres del público, enamorando a cada una
de ellas sin siquiera darse cuenta de lo que hacía despertar en cada persona
que estuviera a su lado. Y yo no era una excepción; no podía evitar mirarlo con
devoción, pues Logan era, a mis ojos, perfecto. Metro ochenta de alto, espalda
ancha debido a todo el deporte que hacía, pecho machacado en el gimnasio y unos
ojos penetrantes como el chocolate que lo hacían todavía más guapo. Sus labios
estaban hechos para morder y besar y su mandíbula era cuadrada y marcada. Esa misma cara que se estaba girando hacia mí
para llamarme y pedirme que me pusiera a su lado, igual que el resto de la
banda, para despedir el concierto después de esta última canción. Me puse la guitarra en la espalda y pasé un
brazo por la cintura de Logan y otro por los hombros de Devine, nuestro
batería, y nos inclinamos en reverencia hacia el público, agradeciéndoles el
haber llenado el aforo por completo esta noche.
Una, dos y hasta tres veces para agradecer la enorme ovación que siempre
conseguía Logan al finalizar uno de sus conciertos. Era espectacular lo que una
persona de veintiún años podía llegar a conseguir: llenar cada noche de
concierto sólo por la maravillosa voz que tenía. Logan Mitch no era el típico
niñato de veinte años que para cantar necesitara uno o dos escándalos al mes,
él sólo tenía que abrir la boca, cantar y dejaba que su carisma hiciera el
resto. Era encantador hasta decir basta, pero su inteligencia superaba con
creces eso y él lo sabía. Aprovechaba cada oportunidad que se le daba para
crecer y hacer lo mejor para su carrera. No se dejaba manejar, aunque te dejaba
creer que sí. Era un buen encantador de serpientes, por eso había sabido llevar
su carrera hasta un tercer disco impecable lleno de toques de rock y jazz,
ritmos que si hubiera mezclado cualquier otro artista hubiera sido sinónimo de
un dolor de oídos; sin embargo, Logan había sabido rodearse de los mejores y me
tenía a mí.
Me bajé del escenario por las escaleras laterales, dejé mi
guitarra en manos de uno de nuestros ayudantes y me fui directamente al
camerino; necesitaba una ducha con urgencia después de dos horas y media de
moverme de un lado para otro sobre el escenario. Podía sentir como mi cuerpo
aún vibraba por la emoción del directo, no había dinero que pagara lo que el
publico te hacía sentir, y aunque la estrella era Logan y nosotros solo sus
músicos, a pesar de mis años de experiencia, esto no me lo había dado nadie.
Aunque sabía perfectamente bien que las emociones que sentía al bajar del
escenario no eran solo por la excitación de la actuación, sino porque esta era
una noche sin Emma. La mujer de Logan no había podido venir a este concierto y
eso significaba que esta noche podríamos estar juntos después de un par de
noches sin compartir más que escenario. Podía sentir como corría por mi cuerpo
el ansia, las ganas y el placer de la espera al mismo tiempo que el agua se
llevaba los restos de una noche ya mágica, sabiendo que ese «Te volveré a amar»
que Logan cantó a mis espaldas había sido para mí, por eso había podido sentir
como su voz resbalaba por mi piel.
—Vamos a salir. ¿Te apuntas?
Escuché la voz de Tate a través de la puerta mientras
apagaba el agua. Él era el jefe de seguridad de Logan y cuando Logan quería
salir, Tate se ocupaba de movernos a todos los que fuéramos con él. Grandullón
pero tan noble como un cachorrito, sabía más secretos de Logan que nadie. O
casi. Cuidaba de todos nosotros como si fuéramos sus hijos y dado que yo era la
única chica de la banda, tenía un especial cuidado en mí. No se me acercaba
ningún chico a menos de dos metros si no era bajo su vigilancia férrea y si
podía, con cacheo incluido. La mayoría de las veces me hacía gracia, no tenía
el más mínimo interés en ningún chico que no fuera Logan y a él ya lo tenía
asegurado.
—Por supuesto. ¡Londres nos espera!
Terminé de secarme y vestirme después de escuchar a Tate
irse. Me puse unos pitillos negros, una camiseta medio rota de Los Ramones y me
sequé el pelo con rapidez; lo tenía bastante corto y negro como el azabache. Me
miré en el espejo y paré un segundo. Me miré, me miré bien, concentrándome en
mí, en mis ojos grandes y claros, tan claros como el cielo. Era una combinación
rara, pelo tan negro y ojos tan azules, aderezada con una piel que parecía
porcelana, pero no había en mí mucho que fuera común. Me disfracé los labios
con mi lápiz rojo intenso y estaba lista. Abrí la puerta del baño dispuesta a ir a
buscar al resto de los chicos, pero Logan estaba de pie delante de mí. Acababa
de entrar; aún tenía el pelo mojado por la ducha y en su boca una sonrisa de
superioridad. Levanté una mano y la pasé por su pelo, echándolo hacia atrás y
dejando que el agua que le sobrara resbalara por mis dedos. No podía evitar
mirar esos ojos del color del chocolate, me volvían loca y me hacían perder la
razón, si es que alguna vez la había tenido. Este chico era la locura en
persona.
—No quieres salir.
—Sí que quiero —ratifiqué mirándolo a los ojos—. Tate
cuidará de mí.
—Tú te sabes cuidar muy bien sola, Noah. No te hace falta un
hombre de dos metros por dos metros para espantar a otros, te he visto echando
miradas más efectivas que algunos empujones de Tate —se rio en mi cara mientras
se acercaba un poco más y sus labios tocaban los míos—. Lo haces aposta, ¿a que
sí? Lo de pintarte los labios de rojo.
—Sabes que sí —enganché un dedo en la cintura del pantalón
de él y tiré para acercarlo más hacia mí, necesitaba volver a sentir sus besos
intensos, no solo un leve roce como ese—. ¿Y si no quiero salir, como has
dicho, qué quiero?
—Que te bese. Que te coja por la cintura y te siente sobre
el lavabo para poder meterme entre tus piernas y besarte a tus anchas.
—Tienes razón, no quiero salir —levanté la vista despacio
hasta sus ojos, subiéndola de sus carnosos labios—. Quiero eso.
—Pero vamos a salir, porque te gusta provocarme y a ese
juego podemos jugar dos. Vamos a pasar la noche con los chicos, esperando a que
todos duerman. Aumentaremos el anhelo y tú tendrás que esperar por haberme
dicho que te pintas los labios de rojo aposta.
En su boca se dibujaba una sonrisa torcida, lo estaba
disfrutando. Tomó uno de mis labios entre sus dientes y lo dejó con un suave
mordisco y una palmada en mi trasero.
—Mamón.
—Te espero en la furgoneta —se rio con ganas mientras dejaba
mi camerino.
Puse los ojos en blanco y fui a recoger mis cosas. Cogí mi
bolso y me reuní con el resto de chicos en el pasillo. Los de sonido, montaje y
el resto de los músicos íbamos a pasar la noche juntos. Aunque no era algo normal
que un artista saliera con los chicos que montaban su escenario, en nuestro grupo
de trabajo era lo habitual. A pesar del éxito que tenía, Logan hacía que
fuéramos una gran familia, invitaba a nuestras familias y amigos a los
conciertos y cuando salíamos solíamos hacerlo todos juntos, lo hacían sentir más
arropado, sin dejar que despegara los pies del suelo. Y para ser sinceros,
también tranquilizaba eso a mi familia, que aún no entendía muy bien que hacía
sola en un mundo de tantos hombres. El
amor, mamá, el amor me tiene aquí. Pero eso era algo que no quería contarle,
así que puse mi modo sonrisa y me enganché al hombro de Devine para ir hacia la
furgoneta. Logan estaba parado contra una pared, esperándonos, vestido de negro
y mascando chicle. Este momento solía ser un caos, normalmente aún quedaban
fans esperándolo y solían tratar de dejarnos sordos a todos, así que al salir
del recinto, se formaba un cordón con los chicos de seguridad. El primero en
pasar siempre era Logan, siempre disfrutaba cada grito que le daban, y después
íbamos el resto de los músicos. Esta vez nos dividiríamos en dos furgonetas.
—¿Dónde se ha visto que la estrella espere por los músicos,
eh? —dijo Logan con chulería mientras se recolocaba el pelo ya casi seco y
marcaba sus ya anchos rizos.
—Habla con la chica, siempre es la chica —giré la cara hacia
Stephan, el bajista, al escucharlo.
—¿Perdona? Habla tú con la chica, que está aquí. Si quieres
hablamos de esas notas que se te han escapado y después podemos hablar de si ya
estabas en el pasillo cuando yo salí.
—Uhhhhhh….uuuuhhhhhh…
Fue un abucheo generalizado y tras eso un estallido de risas
compartidas, los enfados entre todos nosotros no pasaban de los dos minutos, no
podía ser así si queríamos trabajar juntos y además bien, aunque de vez en
cuando nadie podía quitar nuestras riñas y además, al ser la única chica, solía
ser el blanco de todas las bromas, pero para ser sinceros, yo tampoco me
quedaba atrás en tocar las narices a los chicos. Así que entre bromas y risas,
y algunas pizzas pasamos el tiempo hasta llegar al local, al que entramos por
la puerta de atrás y nos llevaron enseguida a una zona vip reservada para Logan
y amigos. Me dejé caer en uno de los sofás, encendí un cigarrillo y me relajé
un poco mientras sentía el humo en mi boca. Jugué con él hasta que lo dejé
salir y miré de soslayo. Logan estaba sentando enfrente, mirándome y negando
con la cabeza con una sonrisa, la camarera estaba dejando botellas de champán
en la mesa y los chicos se dedicaban a abrirlas mientras que la camarera prefería
dedicarse a pararse de pie delante de Logan para llamar su atención. Todas
esperaban llevarse un trocito de Logan Mitch, todas esperaban que se fijaran en
ellas y que Logan le fuera infiel a su perfecta y guapa esposa, pero ninguna lo
lograba. Logan levantó la vista con una sonrisa suave y con un gesto sin
arrogancia señaló su alianza de matrimonio para decirle que no estaba
interesado en sus coqueteos. Ninguna era la afortunada de hacer que Logan fuera
infiel. Muchos pensaban que se había
casado demasiado joven, pero yo que conocía a Logan desde que tenía dieciséis
años sabía que no era así, estaba tan enamorado de Emma que no pudo esperar más
para casarse con ella, la quería de verdad, de esos amores reales y duraderos
que te hacen mantenerte cuerdo. Y después de casi dos años de matrimonio seguía
siendo así a pesar de todo.
Y yo quería a Logan de una manera tan profunda que estaba
dispuesta a compartirlo con su mujer sin pedir ni esperar nada. Bueno, mentira,
ahora quería una cosa. Que la juerga terminase, irnos al hotel y disfrutar de
Logan. Necesitaba volver a sentirlo, necesitaba que volviera a tocar mi piel y
sentir como la mía volvía a la vida con él, estaba necesitada de sus besos, de
su tacto, de su magia, de que me sacara de este sopor de días de su ausencia. Pero
la noche pasó lenta, el champán corrió más y las mujeres intentaban una detrás
de otra sin éxito que Logan les dedicara algo más que una mirada amable.
Mientras yo me divertía con Devine y Harry, bailando y bebiendo, echándonos
unas risas y pasado de un estado risueño a uno que empezaba a ser ebrio y
confuso hasta que Logan paró la fiesta y volvimos a la furgoneta que nos llevó
de vuelta al hotel.
—Yo cuidaré de ella —dijo Logan mientras me alzaba y me
cargaba sobre el hombro. Me quedé colgada boca abajo, con el culo de Logan
frente a mis narices, el cual palmeé.
—Mejor que lo hagas, o tu suegra te hará una visita pronto —rieron
varios de ellos ante el chiste de Harry.
—¡Su suegra está muy contenta con sus cuidados! —medio vociferé
mientras volvía a palmear el culo de Logan y este me daba una palmada en la
pierna como advertencia. Me callé de inmediato y cada uno se fue hacia su
habitación.
Logan cumplió y se ocupó de mí, me llevó a mi habitación y
me tumbó sobre la cama, se subió a horcajadas sobre mí y me miró directamente a
los ojos.
—Tienes que dejar de beber o se va a enterar todo el mundo.
—Deja de darme champán, entonces.
—No era todo para ti. —Logan se acercó más a mí, sus labios
casi me estaban rozando los míos—. Te has portado muy mal hoy.
—Sí, pero mira mis labios, siguen igual de rojos.
Lo estaba provocando y me encantaba, no podía resistirlo,
necesitaba que quitara las distancias que había ya entre nosotros y me besara.
Pero no lo hizo, solo me miró, pasó una mano por mi mejilla y apartó el pelo de
mi cara y me besó con suavidad en la mejilla.
—No, no, no. Quiero un beso, quiero que me beses, Logan.
Él se rió y hundió su cara en mi cuello, dándome un pequeño
mordisco que me hizo soltar un suave gemido, yo metí mis manos debajo de su camisa
negra, el siguió mordisqueando mi cuello y de ahí en adelante todo fue muy
deprisa. La ropa desapareció de escena, nuestros cuerpos empezaron a unirse y a
sentirse y yo dejé de pensar, igual que había hecho en el escenario. Olvidé
quien era y a quien tenía cerca, porque lo único que podía hacer ahora era
olvidar y disfrutar de Logan, de las horas que podía amar mi locura y hacer más
locuras, disfrutar de cada beso que nos dábamos, de cada mirada de complicidad
que compartíamos, de cada roce de nuestra piel como si fuera la última vez,
porque cada una podía ser la última vez. Y solo quedó lugar para la pasión que
compartíamos en la noche cuando llegó el momento de que nuestros cuerpos se
unieran en el placer. Sólo quedaba mirarnos a los ojos y vivir nuestra locura
en secreto, era solo nuestra locura, de nadie más. De nadie más cuando nos abrazábamos y
quedábamos en silencio escuchando la respiración del otro, de nadie más cuando
se quedaba a mi lado para pasar horas hablando de cosas que solo él y yo sabíamos
mientras sentía su pecho contra mi espalda, y sus labios contra mi hombro, tal
como estábamos ahora.
—Tienes que dejar de beber, Noah.
—Emma nunca se va a enterar por mi boca, Logan.
—Lo sé, pero no te lo digo por Emma. Muchas noches trabajas,
bebes y vuelves a trabajar a la noche siguiente, no quiero que sea así para ti.
Me giré entre sus brazos y quedé de frente a su rostro,
recorrí con un dedo el contorno de sus labios y lo disfruté, como si estuviera
memorizándolos.
—¿Y si se lo cuento?
—No eres así.
—Ella siempre ha pensado que soy una egoísta. Podría darle
razones.
—Bueno, lo eres, no tienes que darle razones —se rio
mirándome.
Sí que es cierto que soy egoísta, si no no estaría
acostándome con un hombre casado, ni me daría igual que lo estuviera, o me
importaría que su mujer sufriera por ello. Pero nada de eso me importaba, no me
importaba que Logan estuviera casado y su mujer no sufría por ello. Tampoco
Logan lo hacía, no sufría con lo que teníamos, porque sentía que el pasaba por
lo mismo que yo.
—¿Se te ha pasado la borrachera? —asentí mientras lo miraba a los ojos—. Bien,
porque ahora lo que quiero hacer es borrarte esos dichosos labios rojos que
casi siguen intactos. Me están poniendo nervioso y necesito irme a mi
habitación antes de que amanezca y ellos no me dejan.
Reí al escucharlo. Le encantaban los labios rojos, no sabía
por qué, pero lo volvían loco y pintármelos era lo único que podía hacer a la
vista de todos que fuera solo para él. Lo vi separarse de mí y enseguida noté
un frío descorazonador, lo vi ir al baño después de ponerse sus bóxers y volver
con una toallita en la mano.
—No jodas, pensé que me los ibas a borrar con besos, no con
eso —dije mientras me incorporaba un poco y me tapaba el pecho desnudo con la
sabana. Logan volvió a sentarse a horcajadas sobre mí con una sonrisa, mientras
sostenía la toallita muy cerca de mi boca—. No es gracioso, aparta eso.
—Noah, he dicho que necesito irme antes de que amanezca, si empiezo
a besártelos de nuevo así de rojos no podré irme. Ven aquí
—con un resoplido me incorporé sobre mis codos y dejé que pasara la toallita
desmaquilladora por mis labios de manera suave mientras sonreía—. Sólo me
gustan en ti. Los labios rojos, digo. Con el color de tu pelo, el tono de tu
piel y tus ojos. No me gusta el rojo en los labios, pero en ti sí, es como la
combinación perfecta.
—¿Es una declaración de amor? —alcé una ceja mirándolo con
sorna.
—Dos años y medio después deberías saber que es más que eso.
Lo sabía. Dos años casado con Emma. Dos años y medio
engañándola conmigo. Lo que nos unía era más que un simple romance clandestino
escondido tras alguna puerta.
—Era una broma —levanté la vista para mirarlo a los ojos—. Me
alegro que todo esto no sea un drama.
—Yo también, gracias por ser como eres —esta vez el beso fue
suave, con cariño y ternura—. Ya no los tienes rojos —sonrió suavemente—. Me
voy, nos vemos mañana.
Asentí mientras lo veía bajarse de encima de mí. Lo vi
vestirse y sentí su beso de despedida como un hasta pronto que se me antojaba
demasiado lejano en ese momento. Me quedé dormida enseguida sólo para no tratar
de pensar en el olor que aún había a Logan por toda la cama.
La mañana siguiente se me antojó resacosa y de dudosos
recuerdos en la discoteca, despertándome con un mensaje de móvil. Mi hermana
estaba de visita en el hotel, se había escaqueado de clases para poder pasarse,
se iría por la tarde y quería que comiéramos todos juntos. Genial. Me levanté
para una ducha rápida, me vestí con lo primero que pillé en la maleta y bajé al
restaurante del hotel. Ya estaban casi todos sentados a la mesa, músicos,
estilistas, técnicos de sonido, arreglistas, mi hermana y, sentado a su lado,
Logan.
—¿Por qué soy la última y por qué habéis madrugado tanto
todos? ¿Es un complot?
—Eres la chica, te lo dije ayer y te lo digo siempre.
Pasé al lado de Stephan justo en el momento que lo dijo, así
que le cayó su correspondiente colleja y las risas de todos. Al llegar a mi
sitio, le di un beso a mi hermana y me senté.
—¿Y tú vas a dejar de escaquearte de clases? Mamá y papá
deben de estar contentos contigo, hija —resoplé.
—Deja de hacer de hermana mayor, que no te pega, Noah. Tú los
tienes más contentos que yo —se rio mirándome—. Menos mal que tienes a Logan
para que eche un ojo.
—No sé qué haría sin él —dije con sarcasmo, mirándolos a los
dos, mientras los demás se reían.
La comida pasó en una charla amena, tranquila y hasta
divertida a veces, pero a mí me apetecía irme de nuevo a la habitación y seguir
durmiendo otro rato, así que cuando se terminó el postre, cada uno cogió hacia
su camino. Cada técnico tenía trabajo que hacer, los estilistas necesitaban
empacar toda la ropa para el siguiente viaje y los músicos necesitamos dormir
nuestra resacosa mañana post—concierto, así que cuando solo quedamos mi
hermana, Logan, Devine, Harry y yo, los ánimos ya iban a menos.
—¿Vas a aprovechar la tarde? —le preguntó Harry a mi
hermana.
—Por supuesto, dentro de cuatro días me encierro para
empezar a preparar los exámenes —sonrió mirando a Logan—. Tengo que aprovechar
a mi marido ahora.
Logan la miró sonriendo, orgulloso, dándole un beso lleno de
ternura. Yo los miré sonriendo, sabía que a mi hermana nadie podía hacerla más
feliz que Logan, lo supe desde el primer momento que los vi juntos. Emma era
una persona cálida, que necesitaba amor y protección, el amor y la protección
que le daba Logan.
—Eres muy empalagosa, Em —me levanté dándole un beso a modo
de despedida—. Y yo tengo una resaca lo suficientemente grande como para saber
que no debo mezclarla con tu amor empalagoso.
—Hasta luego, cuñada.
Choqué los cinco con Logan y los dejé para volver a mi
habitación. Me metí de nuevo entre mis sábanas con olor a Logan y evoqué los
recuerdos de la noche anterior mientras esperaba hasta la siguiente. Porque
como dije, yo amaba a Logan de una manera tan profunda, tan real dentro de mí,
era un amor tan verdadero, que podía compartirlo con otra persona sin sentir
dolor y más si esa persona era mi hermana y ella era feliz. Porque el amor nos
hace olvidar quiénes somos o dónde estamos y hace que nos traicionemos hasta a
nosotros mismos.