martes, 19 de enero de 2016

I will love you again.

 
I will love you again.

Escuché el sonido de su voz detrás de mí, en mi cuello. Recorriendo cada centímetro de mi piel como si fuera un susurro, como si fuera un secreto entre dos amantes que se reencuentran a plena luz del día frente a todo su mundo oculto.
La banda seguía tocando, la música llenaba nuestros sentidos y yo podía sentir como la guitarra delante de mí chocaba contra mis muslos. La apreté más, quería hacerla mía, quería que en cada rasgadura de sus cuerdas pudiera sentir como él volvía a hacerme el amor como casi cada noche, quería que sólo fuéramos la guitarra y yo la que guardara nuestro amor secreto. Cerré los ojos y me dejé llevar por el sonido que salía de entre mis dedos, sonaba una canción suave, una balada de rock que llenaba entre la voz del amante pasajero que se había alejado ya de mí y el griterío de las mujeres enloquecidas que nunca podrían tener a esa voz que amaban sin conocer.

Olvidé quien era, tal como hacía cada noche; olvidé a quien tenía cerca y a quien tenía lejos en ese momento; olvidé el ruido que había a mi alrededor y logré crear un silencio. Entonces recordé, sólo recordé lo que es el amor. El amor es olvidarlo todo y dejarte llevar por la locura más loca que se te haya pasado por el corazón. El amor es mirar a los ojos de la persona que te hace cometer esas locuras y querer cometer más, aunque éstas te lleven a traicionarte a ti misma y a todos los que quieres. 
La voz de Logan lograba eso y más.
Pero la canción terminó y tocaba abrir los ojos, despacio. Costaba volver a la realidad, pues ahí estaba él, con su sonrisa de ángel de la seducción, encandilando a todas sus mujeres del público, enamorando a cada una de ellas sin siquiera darse cuenta de lo que hacía despertar en cada persona que estuviera a su lado. Y yo no era una excepción; no podía evitar mirarlo con devoción, pues Logan era, a mis ojos, perfecto. Metro ochenta de alto, espalda ancha debido a todo el deporte que hacía, pecho machacado en el gimnasio y unos ojos penetrantes como el chocolate que lo hacían todavía más guapo. Sus labios estaban hechos para morder y besar y su mandíbula era cuadrada y marcada.  Esa misma cara que se estaba girando hacia mí para llamarme y pedirme que me pusiera a su lado, igual que el resto de la banda, para despedir el concierto después de esta última canción.  Me puse la guitarra en la espalda y pasé un brazo por la cintura de Logan y otro por los hombros de Devine, nuestro batería, y nos inclinamos en reverencia hacia el público, agradeciéndoles el haber llenado el aforo por completo esta noche.  Una, dos y hasta tres veces para agradecer la enorme ovación que siempre conseguía Logan al finalizar uno de sus conciertos. Era espectacular lo que una persona de veintiún años podía llegar a conseguir: llenar cada noche de concierto sólo por la maravillosa voz que tenía. Logan Mitch no era el típico niñato de veinte años que para cantar necesitara uno o dos escándalos al mes, él sólo tenía que abrir la boca, cantar y dejaba que su carisma hiciera el resto. Era encantador hasta decir basta, pero su inteligencia superaba con creces eso y él lo sabía. Aprovechaba cada oportunidad que se le daba para crecer y hacer lo mejor para su carrera. No se dejaba manejar, aunque te dejaba creer que sí. Era un buen encantador de serpientes, por eso había sabido llevar su carrera hasta un tercer disco impecable lleno de toques de rock y jazz, ritmos que si hubiera mezclado cualquier otro artista hubiera sido sinónimo de un dolor de oídos; sin embargo, Logan había sabido rodearse de los mejores y me tenía a mí.

Me bajé del escenario por las escaleras laterales, dejé mi guitarra en manos de uno de nuestros ayudantes y me fui directamente al camerino; necesitaba una ducha con urgencia después de dos horas y media de moverme de un lado para otro sobre el escenario. Podía sentir como mi cuerpo aún vibraba por la emoción del directo, no había dinero que pagara lo que el publico te hacía sentir, y aunque la estrella era Logan y nosotros solo sus músicos, a pesar de mis años de experiencia, esto no me lo había dado nadie. Aunque sabía perfectamente bien que las emociones que sentía al bajar del escenario no eran solo por la excitación de la actuación, sino porque esta era una noche sin Emma. La mujer de Logan no había podido venir a este concierto y eso significaba que esta noche podríamos estar juntos después de un par de noches sin compartir más que escenario. Podía sentir como corría por mi cuerpo el ansia, las ganas y el placer de la espera al mismo tiempo que el agua se llevaba los restos de una noche ya mágica, sabiendo que ese «Te volveré a amar» que Logan cantó a mis espaldas había sido para mí, por eso había podido sentir como su voz resbalaba por mi piel. 

—Vamos a salir. ¿Te apuntas?
Escuché la voz de Tate a través de la puerta mientras apagaba el agua. Él era el jefe de seguridad de Logan y cuando Logan quería salir, Tate se ocupaba de movernos a todos los que fuéramos con él. Grandullón pero tan noble como un cachorrito, sabía más secretos de Logan que nadie. O casi. Cuidaba de todos nosotros como si fuéramos sus hijos y dado que yo era la única chica de la banda, tenía un especial cuidado en mí. No se me acercaba ningún chico a menos de dos metros si no era bajo su vigilancia férrea y si podía, con cacheo incluido. La mayoría de las veces me hacía gracia, no tenía el más mínimo interés en ningún chico que no fuera Logan y a él ya lo tenía asegurado.
—Por supuesto. ¡Londres nos espera!
Terminé de secarme y vestirme después de escuchar a Tate irse. Me puse unos pitillos negros, una camiseta medio rota de Los Ramones y me sequé el pelo con rapidez; lo tenía bastante corto y negro como el azabache. Me miré en el espejo y paré un segundo. Me miré, me miré bien, concentrándome en mí, en mis ojos grandes y claros, tan claros como el cielo. Era una combinación rara, pelo tan negro y ojos tan azules, aderezada con una piel que parecía porcelana, pero no había en mí mucho que fuera común. Me disfracé los labios con mi lápiz rojo intenso y estaba lista.  Abrí la puerta del baño dispuesta a ir a buscar al resto de los chicos, pero Logan estaba de pie delante de mí. Acababa de entrar; aún tenía el pelo mojado por la ducha y en su boca una sonrisa de superioridad. Levanté una mano y la pasé por su pelo, echándolo hacia atrás y dejando que el agua que le sobrara resbalara por mis dedos. No podía evitar mirar esos ojos del color del chocolate, me volvían loca y me hacían perder la razón, si es que alguna vez la había tenido. Este chico era la locura en persona.
—No quieres salir.
—Sí que quiero —ratifiqué mirándolo a los ojos—. Tate cuidará de mí.
—Tú te sabes cuidar muy bien sola, Noah. No te hace falta un hombre de dos metros por dos metros para espantar a otros, te he visto echando miradas más efectivas que algunos empujones de Tate —se rio en mi cara mientras se acercaba un poco más y sus labios tocaban los míos—. Lo haces aposta, ¿a que sí? Lo de pintarte los labios de rojo.
—Sabes que sí —enganché un dedo en la cintura del pantalón de él y tiré para acercarlo más hacia mí, necesitaba volver a sentir sus besos intensos, no solo un leve roce como ese—. ¿Y si no quiero salir, como has dicho, qué quiero?
—Que te bese. Que te coja por la cintura y te siente sobre el lavabo para poder meterme entre tus piernas y besarte a tus anchas.
—Tienes razón, no quiero salir —levanté la vista despacio hasta sus ojos, subiéndola de sus carnosos labios—. Quiero eso.
—Pero vamos a salir, porque te gusta provocarme y a ese juego podemos jugar dos. Vamos a pasar la noche con los chicos, esperando a que todos duerman. Aumentaremos el anhelo y tú tendrás que esperar por haberme dicho que te pintas los labios de rojo aposta.
En su boca se dibujaba una sonrisa torcida, lo estaba disfrutando. Tomó uno de mis labios entre sus dientes y lo dejó con un suave mordisco y una palmada en mi trasero.
—Mamón.
—Te espero en la furgoneta —se rio con ganas mientras dejaba mi camerino.
Puse los ojos en blanco y fui a recoger mis cosas. Cogí mi bolso y me reuní con el resto de chicos en el pasillo. Los de sonido, montaje y el resto de los músicos íbamos a pasar la noche juntos. Aunque no era algo normal que un artista saliera con los chicos que montaban su escenario, en nuestro grupo de trabajo era lo habitual. A pesar del éxito que tenía, Logan hacía que fuéramos una gran familia, invitaba a nuestras familias y amigos a los conciertos y cuando salíamos solíamos hacerlo todos juntos, lo hacían sentir más arropado, sin dejar que despegara los pies del suelo. Y para ser sinceros, también tranquilizaba eso a mi familia, que aún no entendía muy bien que hacía sola en un mundo de tantos hombres.  El amor, mamá, el amor me tiene aquí. Pero eso era algo que no quería contarle, así que puse mi modo sonrisa y me enganché al hombro de Devine para ir hacia la furgoneta. Logan estaba parado contra una pared, esperándonos, vestido de negro y mascando chicle. Este momento solía ser un caos, normalmente aún quedaban fans esperándolo y solían tratar de dejarnos sordos a todos, así que al salir del recinto, se formaba un cordón con los chicos de seguridad. El primero en pasar siempre era Logan, siempre disfrutaba cada grito que le daban, y después íbamos el resto de los músicos. Esta vez nos dividiríamos en dos furgonetas.
—¿Dónde se ha visto que la estrella espere por los músicos, eh? —dijo Logan con chulería mientras se recolocaba el pelo ya casi seco y marcaba sus ya anchos rizos.
—Habla con la chica, siempre es la chica —giré la cara hacia Stephan, el bajista, al escucharlo.
—¿Perdona? Habla tú con la chica, que está aquí. Si quieres hablamos de esas notas que se te han escapado y después podemos hablar de si ya estabas en el pasillo cuando yo salí.
—Uhhhhhh….uuuuhhhhhh…
Fue un abucheo generalizado y tras eso un estallido de risas compartidas, los enfados entre todos nosotros no pasaban de los dos minutos, no podía ser así si queríamos trabajar juntos y además bien, aunque de vez en cuando nadie podía quitar nuestras riñas y además, al ser la única chica, solía ser el blanco de todas las bromas, pero para ser sinceros, yo tampoco me quedaba atrás en tocar las narices a los chicos. Así que entre bromas y risas, y algunas pizzas pasamos el tiempo hasta llegar al local, al que entramos por la puerta de atrás y nos llevaron enseguida a una zona vip reservada para Logan y amigos. Me dejé caer en uno de los sofás, encendí un cigarrillo y me relajé un poco mientras sentía el humo en mi boca. Jugué con él hasta que lo dejé salir y miré de soslayo. Logan estaba sentando enfrente, mirándome y negando con la cabeza con una sonrisa, la camarera estaba dejando botellas de champán en la mesa y los chicos se dedicaban a abrirlas mientras que la camarera prefería dedicarse a pararse de pie delante de Logan para llamar su atención. Todas esperaban llevarse un trocito de Logan Mitch, todas esperaban que se fijaran en ellas y que Logan le fuera infiel a su perfecta y guapa esposa, pero ninguna lo lograba. Logan levantó la vista con una sonrisa suave y con un gesto sin arrogancia señaló su alianza de matrimonio para decirle que no estaba interesado en sus coqueteos. Ninguna era la afortunada de hacer que Logan fuera infiel.  Muchos pensaban que se había casado demasiado joven, pero yo que conocía a Logan desde que tenía dieciséis años sabía que no era así, estaba tan enamorado de Emma que no pudo esperar más para casarse con ella, la quería de verdad, de esos amores reales y duraderos que te hacen mantenerte cuerdo. Y después de casi dos años de matrimonio seguía siendo así a pesar de todo.
Y yo quería a Logan de una manera tan profunda que estaba dispuesta a compartirlo con su mujer sin pedir ni esperar nada. Bueno, mentira, ahora quería una cosa. Que la juerga terminase, irnos al hotel y disfrutar de Logan. Necesitaba volver a sentirlo, necesitaba que volviera a tocar mi piel y sentir como la mía volvía a la vida con él, estaba necesitada de sus besos, de su tacto, de su magia, de que me sacara de este sopor de días de su ausencia. Pero la noche pasó lenta, el champán corrió más y las mujeres intentaban una detrás de otra sin éxito que Logan les dedicara algo más que una mirada amable. Mientras yo me divertía con Devine y Harry, bailando y bebiendo, echándonos unas risas y pasado de un estado risueño a uno que empezaba a ser ebrio y confuso hasta que Logan paró la fiesta y volvimos a la furgoneta que nos llevó de vuelta al hotel.
—Yo cuidaré de ella —dijo Logan mientras me alzaba y me cargaba sobre el hombro. Me quedé colgada boca abajo, con el culo de Logan frente a mis narices, el cual palmeé.
—Mejor que lo hagas, o tu suegra te hará una visita pronto —rieron varios de ellos ante el chiste de Harry.
—¡Su suegra está muy contenta con sus cuidados! —medio vociferé mientras volvía a palmear el culo de Logan y este me daba una palmada en la pierna como advertencia. Me callé de inmediato y cada uno se fue hacia su habitación.
Logan cumplió y se ocupó de mí, me llevó a mi habitación y me tumbó sobre la cama, se subió a horcajadas sobre mí y me miró directamente a los ojos.
—Tienes que dejar de beber o se va a enterar todo el mundo.
—Deja de darme champán, entonces.
—No era todo para ti. —Logan se acercó más a mí, sus labios casi me estaban rozando los míos—. Te has portado muy mal hoy.
—Sí, pero mira mis labios, siguen igual de rojos.
Lo estaba provocando y me encantaba, no podía resistirlo, necesitaba que quitara las distancias que había ya entre nosotros y me besara. Pero no lo hizo, solo me miró, pasó una mano por mi mejilla y apartó el pelo de mi cara y me besó con suavidad en la mejilla. 
—No, no, no. Quiero un beso, quiero que me beses, Logan.
Él se rió y hundió su cara en mi cuello, dándome un pequeño mordisco que me hizo soltar un suave gemido, yo metí mis manos debajo de su camisa negra, el siguió mordisqueando mi cuello y de ahí en adelante todo fue muy deprisa. La ropa desapareció de escena, nuestros cuerpos empezaron a unirse y a sentirse y yo dejé de pensar, igual que había hecho en el escenario. Olvidé quien era y a quien tenía cerca, porque lo único que podía hacer ahora era olvidar y disfrutar de Logan, de las horas que podía amar mi locura y hacer más locuras, disfrutar de cada beso que nos dábamos, de cada mirada de complicidad que compartíamos, de cada roce de nuestra piel como si fuera la última vez, porque cada una podía ser la última vez. Y solo quedó lugar para la pasión que compartíamos en la noche cuando llegó el momento de que nuestros cuerpos se unieran en el placer. Sólo quedaba mirarnos a los ojos y vivir nuestra locura en secreto, era solo nuestra locura, de nadie más.  De nadie más cuando nos abrazábamos y quedábamos en silencio escuchando la respiración del otro, de nadie más cuando se quedaba a mi lado para pasar horas hablando de cosas que solo él y yo sabíamos mientras sentía su pecho contra mi espalda, y sus labios contra mi hombro, tal como estábamos ahora.
—Tienes que dejar de beber, Noah.
—Emma nunca se va a enterar por mi boca, Logan.
—Lo sé, pero no te lo digo por Emma. Muchas noches trabajas, bebes y vuelves a trabajar a la noche siguiente, no quiero que sea así para ti.
Me giré entre sus brazos y quedé de frente a su rostro, recorrí con un dedo el contorno de sus labios y lo disfruté, como si estuviera memorizándolos.
—¿Y si se lo cuento?
—No eres así.
—Ella siempre ha pensado que soy una egoísta. Podría darle razones.
—Bueno, lo eres, no tienes que darle razones —se rio mirándome.
Sí que es cierto que soy egoísta, si no no estaría acostándome con un hombre casado, ni me daría igual que lo estuviera, o me importaría que su mujer sufriera por ello. Pero nada de eso me importaba, no me importaba que Logan estuviera casado y su mujer no sufría por ello. Tampoco Logan lo hacía, no sufría con lo que teníamos, porque sentía que el pasaba por lo mismo que yo.
—¿Se te ha pasado la borrachera?  —asentí mientras lo miraba a los ojos—. Bien, porque ahora lo que quiero hacer es borrarte esos dichosos labios rojos que casi siguen intactos. Me están poniendo nervioso y necesito irme a mi habitación antes de que amanezca y ellos no me dejan.
Reí al escucharlo. Le encantaban los labios rojos, no sabía por qué, pero lo volvían loco y pintármelos era lo único que podía hacer a la vista de todos que fuera solo para él. Lo vi separarse de mí y enseguida noté un frío descorazonador, lo vi ir al baño después de ponerse sus bóxers y volver con una toallita en la mano.
—No jodas, pensé que me los ibas a borrar con besos, no con eso —dije mientras me incorporaba un poco y me tapaba el pecho desnudo con la sabana. Logan volvió a sentarse a horcajadas sobre mí con una sonrisa, mientras sostenía la toallita muy cerca de mi boca—. No es gracioso, aparta eso.
—Noah, he dicho que necesito irme antes de que amanezca, si empiezo a besártelos de nuevo así de rojos no podré irme. Ven aquí —con un resoplido me incorporé sobre mis codos y dejé que pasara la toallita desmaquilladora por mis labios de manera suave mientras sonreía—. Sólo me gustan en ti. Los labios rojos, digo. Con el color de tu pelo, el tono de tu piel y tus ojos. No me gusta el rojo en los labios, pero en ti sí, es como la combinación perfecta.
—¿Es una declaración de amor? —alcé una ceja mirándolo con sorna.
—Dos años y medio después deberías saber que es más que eso.
Lo sabía. Dos años casado con Emma. Dos años y medio engañándola conmigo. Lo que nos unía era más que un simple romance clandestino escondido tras alguna puerta.
—Era una broma —levanté la vista para mirarlo a los ojos—. Me alegro que todo esto no sea un drama.
—Yo también, gracias por ser como eres —esta vez el beso fue suave, con cariño y ternura—. Ya no los tienes rojos —sonrió suavemente—. Me voy, nos vemos mañana.
Asentí mientras lo veía bajarse de encima de mí. Lo vi vestirse y sentí su beso de despedida como un hasta pronto que se me antojaba demasiado lejano en ese momento. Me quedé dormida enseguida sólo para no tratar de pensar en el olor que aún había a Logan por toda la cama.

La mañana siguiente se me antojó resacosa y de dudosos recuerdos en la discoteca, despertándome con un mensaje de móvil. Mi hermana estaba de visita en el hotel, se había escaqueado de clases para poder pasarse, se iría por la tarde y quería que comiéramos todos juntos. Genial. Me levanté para una ducha rápida, me vestí con lo primero que pillé en la maleta y bajé al restaurante del hotel. Ya estaban casi todos sentados a la mesa, músicos, estilistas, técnicos de sonido, arreglistas, mi hermana y, sentado a su lado, Logan.
—¿Por qué soy la última y por qué habéis madrugado tanto todos? ¿Es un complot?
—Eres la chica, te lo dije ayer y te lo digo siempre.
Pasé al lado de Stephan justo en el momento que lo dijo, así que le cayó su correspondiente colleja y las risas de todos. Al llegar a mi sitio, le di un beso a mi hermana y me senté.
—¿Y tú vas a dejar de escaquearte de clases? Mamá y papá deben de estar contentos contigo, hija —resoplé.
—Deja de hacer de hermana mayor, que no te pega, Noah. Tú los tienes más contentos que yo —se rio mirándome—. Menos mal que tienes a Logan para que eche un ojo.
—No sé qué haría sin él —dije con sarcasmo, mirándolos a los dos, mientras los demás se reían.
La comida pasó en una charla amena, tranquila y hasta divertida a veces, pero a mí me apetecía irme de nuevo a la habitación y seguir durmiendo otro rato, así que cuando se terminó el postre, cada uno cogió hacia su camino. Cada técnico tenía trabajo que hacer, los estilistas necesitaban empacar toda la ropa para el siguiente viaje y los músicos necesitamos dormir nuestra resacosa mañana post—concierto, así que cuando solo quedamos mi hermana, Logan, Devine, Harry y yo, los ánimos ya iban a menos.
—¿Vas a aprovechar la tarde? —le preguntó Harry a mi hermana.
—Por supuesto, dentro de cuatro días me encierro para empezar a preparar los exámenes —sonrió mirando a Logan—. Tengo que aprovechar a mi marido ahora.
Logan la miró sonriendo, orgulloso, dándole un beso lleno de ternura. Yo los miré sonriendo, sabía que a mi hermana nadie podía hacerla más feliz que Logan, lo supe desde el primer momento que los vi juntos. Emma era una persona cálida, que necesitaba amor y protección, el amor y la protección que le daba Logan.
—Eres muy empalagosa, Em —me levanté dándole un beso a modo de despedida—. Y yo tengo una resaca lo suficientemente grande como para saber que no debo mezclarla con tu amor empalagoso.
—Hasta luego, cuñada.


Choqué los cinco con Logan y los dejé para volver a mi habitación. Me metí de nuevo entre mis sábanas con olor a Logan y evoqué los recuerdos de la noche anterior mientras esperaba hasta la siguiente. Porque como dije, yo amaba a Logan de una manera tan profunda, tan real dentro de mí, era un amor tan verdadero, que podía compartirlo con otra persona sin sentir dolor y más si esa persona era mi hermana y ella era feliz. Porque el amor nos hace olvidar quiénes somos o dónde estamos y hace que nos traicionemos hasta a nosotros mismos.

martes, 12 de enero de 2016

Te esperaba a ti.




Esta historia comienza en un reino extraño
Un reino con una princesa que no sabe que es princesa.
Esta historia empieza con un caballero, una cerveza y música rock.


-¿No es demasiada cerveza para ti?- Dijo el caballero, mirando hacia la dama que estaba a su lado, callada y bebiendo cerveza de un vaso demasiado grande que necesita sostener con las dos manos.
Ella lo miró, como si estuviera sorprendida de que alguien la viera y le hablara.
-¿Qué?
-La litro que estás bebiendo, ¿No es demasiado?
Jimena miró a ese desconocido que estaba hablándole, miró a su vaso de plástico lleno de cerveza y volvió a mirar a chico de sonrisa amplia que le estaba dedicando su tiempo.
-Ah… no, no. Puedo con ella, es la segunda. –Contestó ella sin pensar.  Él alzó las cejas sorprendido sin quitar la sonrisa de su boca.
Este caballero no puede apartar la vista de esa chica menuda, de sus ojos verdosos y tímidos. Había dejado la charla con la amiga de ella, que en realidad trataba de seguir llamando su atención.
-Pedro-. Iba a darle un beso de saludo pero en el momento que se acercó para presentarse ella reaccionó con un pequeño susto y se echó hacia atrás.
Jimena abrió los ojos de par en par al verlo tan cerca, se puso nerviosa de que esa mirada negra y su belleza estuvieran tan cerca de su cara. Pero él dejó una mano en su brazo y posó  su mejilla contra la de ella, dándole un cálido beso. Jimena respondió con una leve sonrisa y notando como sus mofletes se encendían. Sí él estaba dos segundos más pegado a ella, éstas podrían hacer de luces para el festival.
-Encantada.- Susurró mientras se separaba de él con una sonrisa nerviosa. Miró hacia abajo y dio un sorbo a su cerveza, necesitaba calmarse un momento.
-¿Es el primer año que vienes?- Preguntó él.
-¡Qué va! He ido a los dos primeros de la playa. Pero aquí mucho mejor, al menos no parecemos croquetas con la arena. –Este sería un buen momento para que Raquel, su amiga, interrumpiera y le diera un respiro a sus mejillas. -¿Y tú?
 Jimena se atrevió a preguntar pero, como si Raquel hubiera escuchado su mente, cogió a Pedro de la mano y lo hizo girar hacia el escenario donde estaba tocando la banda de unos amigos, y este la dejó por invisible.

   Estaban en medio de un campo convertido en un escenario para un festival rock de verano que habían organizado sus amigos por tercer año consecutivo.  Este era una réplica del Monte do Gozo de Santiago de Compostela, pero más pequeño. Habían dispuesto un escenario con todo lo necesario para que las bandas tocaran, una barra artesanal para servir las bebidas a todos los que habían comprado entrada. Y un espacio en lo alto del campo para montar las tiendas de campaña de la gente que iba a pasar la noche allí. En el escenario tocaban Grey Matter y aunque no eran malos, no eran los mejor de esta noche, pero su música rock estaban haciendo mover a la gente alrededor del escenario.

   Jimena respiró hondo, dio otro trago a su cerveza y miró a Pedro desde atrás, al lado de Raquel. Ella pasaba su brazo por la cintura de él y no pudo evitar sentir un respingo de tristeza. Durante unos minutos él había mostrado interés en ella, o su cerveza, pero la extroversión de Raquel siempre podía con cualquier otra cosa que hubiera cerca del objetivo que ella tuviera en mente, y estaba claro que esa noche tenía en mente a Pedro.
Se giró y se fue en busca de Mariam, otra amiga que seguro estaba bailando frente al escenario, dejando atrás a Pedro sin darse cuenta que este se había girado para mirar cómo la dama de ese reino rockero se iba.
Ella vestía de manera simple, al contrario que la mayoría de la gente que había ido al festival. Llevaba unos vaqueros algo desgastados, unas botas negras planas y una camiseta promocional del evento. Eso es lo que le había llamado la atención a Pedro. Esa vestimenta no estaba pensada para que se fijaran en ella, Jimena había preferido echar una mano a sus amigos comprando la camiseta y llevándola. La había visto al principio de la noche sentada en la caravana ayudando a vender tickets para las bebidas, poniéndose nerviosa cuando le tocaba a ella atender, pero cercana a las chicas a las que estaba echando una mano. Pedro había observado a la legua que esa chica era, además de tímida, leal a su gente. Le había preguntado a sus amigos si la conocían y la mayoría le decían que solo de vista, de verla con Raquel, pero que no sabían su nombre, que no habían hablado nunca con ella. De alguna manera le recordaba a una princesa sin trono. Y él se había quedado atrapado con la amiga que se creía graciosa sin serlo, así que gruño para sus adentros. Pero aún quedaba mucha noche. Y un mañana. 

   Jimena se hizo paso entre la gente, le costaba, era bajita y apenas la veían, pero entre empujones y malas miradas llegó junto a Mariam, estaba con Rocío e Ismael, dando saltos al son de la canción que estaban tocando encima del escenario.

-¿Dónde te habías metido? Siempre estás desaparecida entre la multitud.- Gritó Mariam por encima de la música y pasándole un brazo por los hombros, animándola a unirse a ellos.
Ella levantó la cerveza para decirle donde había estado.
-He dejado a Raquel en la barra, está con un tipo.
-¡Qué raro!
-Pobrecito…- gritó Rocío hacia ellas riendo, haciendo que todos se rieran.

Saltaron, bailaron, gritaron y cantaron al ritmo de las canciones que se sabían, ya que muchos de los grupos eran de los alrededores y todos se conocían y cuando Grey Matter terminó su actuación, los ánimos se calmaron un poco entre el público, que respiraron hondo y se relajaron un poco, tomándose un descanso de tanta música. El siguiente grupo no tocaría hasta dentro de veinte minutos, tiempo suficiente para que se repusieran fuerzas con unas copas y seguir el ritmo después.

   Mariam cogió de la mano a Jimena y juntas fueron hasta la caravana donde se vendían los tickets para poder comprar bebidas en la barra, dejando a Ismael y Rocío buscando a Raquel, que seguramente ya se había perdido en la tienda de campaña con el chico con el que habían estado hablando.  Las dos reían, más por el alcohol que por anécdotas coherentes, con sus brazos entrelazados y con los baches y las bebidas ingeridas para mayores de dieciocho años no ayudaban a que anduvieran rectas. Mariam, sin querer, hizo que Jimena trastabillase hacia un lado y chocara contra la espalda de alguien. Esta se enderezó de inmediato, no le gustaba molestar a nadie, no estaba en ella ser un incordio y ya tenía la disculpa en la punta de la lengua cuando al alzar la vista se encontró con los ojos de Pedro de nuevo.
Jimena abrió los ojos como platos al verlo.
-Lo… lo siento…lo sien…
-¡Chica de la cerveza!- La interrumpió el antes de dejarla terminar la segunda disculpa-. Te dije que era mucha cerveza para ti, o ¿no?
En su voz no había reproche por el choque, ni burla por verla algo borracha y tropezarse. En realidad Pedro estaba sonriendo por volver a encontrársela, antes no había podido ni siquiera saber su nombre ya que se había escabullido por detrás de él.
-En realidad ha sido culpa mía-. Sonrió Mariam incluyéndose en la conversación. Jimena estaba fascinada mirando a Pedro. Este tenía la vista fija en Jimena, sólo la desvió un momento para mirar hacia Mariam y de nuevo hacia Jimena.
-Pensé que estarías con Raquel. –Soltó Jimena antes de que se diera cuenta, ya que ella no tenía nada que decir si estaban juntos, ni siquiera tenía que decirle que lo había dado por hecho.
-Pues no. Estaba esperando por otra persona y tu amiga se aburrió de mí y se fue. – Sonrió mirándola.
Alguien llamó la atención de Pedro y este se giró para escuchar lo que su amigo tenía que decirle. Mariam aprovechó el momento para pasar la mano por delante de la cara de Jimena y despertarla del sueño.
-¡Eo! ¿Alguien en casa? – Jimena le apartó la mano y la miró.- ¿Raquel intentaba ligarse a Pedro? –Preguntó con una risa torcida.- Iba de culo…
-¿Por qué? ¿Lo conoces? –Preguntó Jimena sorprendida y Mariam se encogió de hombros justo en el momento que Pedro volvía a girarse hacia ellas.
-¿Te importa si nos vemos después, chica de la cerveza? Ahora tengo algo que hacer…
Las mejillas de Jimena se incendiaron. Se lo estaba preguntando a ella. A ella.
Él no quitaba los ojos de Jimena, se sentía nervioso, estaba esperando una respuesta. Esta chica menuda y asustadiza lo estaba poniendo realmente ansioso. Quería sentarse a charlar con ella, solo con ella, sin nadie más alrededor y Jimena estaba alargando el momento de decirle que sí. Suspiró cuando Fon, su mejor amigo, lo volvió a llamar.
-Tío, tenemos que ir ya.
Pedro asintió y volvió a mirar a Jimena mientras empezaba a caminar. Esta se giró para verlo marchar. Mariam le dio un manotazo para recordarle que no le había contestado.
-¡Sí! ¡Y no soy la chica de la cerveza! –Vociferó, haciendo que mucha de la gente a su alrededor se girara para mirarla.
-Sí que lo eres, porque no me has dicho tu nombre… -Rió Pedro. Se giró y siguió su camino con Fon.

Jimena se quedó allí parada, viéndolo marcharse y dejando una sonrisa en su cara. Parecía que ese hombre que se estaba alejando de ella era un caballero andante que había ido en el rescate de su pisoteada autoestima. Se giró aun sonriendo, buscando a Mariam con la vista para seguir su camino hasta la caravana, pero de frente se topó con Raquel y unos morros que le llegaban al suelo.
-¿Dónde te habías metido? –Espetó a Jimena de malas maneras.
-Fui a buscarlas a ellas, estaba delante del escenario. Tú estabas ocupada, no es por nada… -Resopló mirándola.
Raquel siempre encontraba la forma de culpar a los demás por las cosas que ella hacía mal. Lo mismo si se equivocaba de zapatos y terminaban doliéndole los pies, que si metía en un lío a alguien, ella encontraba la manera de darle la vuelta y salir bien parada.
-¿Vamos a por los tickets? –Preguntó Jimena mirando a Mariam e intentando ignorar a Raquel antes de que dijera lo que suponía que tenía en mente y la hiciera polvo.
-Pedro es un pesado y tú me dejaste tirada en la barra sin avisarme de que te ibas al escenario.
-Raquel, ¿Pedro te ha dado calabazas, verdad? Porque siempre dices que un tío es pesado cuando pasa de ti.
-¡Qué va! –Dijo Raquel con aire digno-. Voy a buscar a Rocío.
Mariam resopló mientras la veíamos marcharse.
-No entiendo por qué todo el mundo piensa que es tan genial, no es más que una altiva que intenta pisotear a la gente. Todo el mundo la sigue como si fueran fieles corderitos y ella el pastor y lo único que hace es machacar a la gente. En el fondo es una amargada a la que nadie fuera de nosotras le hace caso.
Jimena se sorprendió ante las palabras de Mariam, había dicho lo que muchas veces ella había pensado pero no se había atrevido a decir en alto por miedo a perder a todas las demás. Raquel manipulaba la información y los sentimientos de las demás a su gusto, pero con la gente de fuera no lo lograba tan fácilmente. Solo usaba su encanto, pero la mayoría se cansaban de ella después del primer beso, o como mucho, al primer polvo.
-Da igual, vamos a por los tickets.
Desechó enseguida la idea de seguir la charla con Mariam, aquello no iba a terminar bien, pero Mariam no parecía tener la misma intención que ella.
-Jimena, ni se te ocurra dejar que lo que diga de Pedro te eche para atrás, ¿me oyes?
-¿De qué estás hablando?
Jimena volvió a sonrojarse de nuevo, Mariam iba a hablar de cosas que para ella eran privadas, como los chicos, los sentimientos.
 Jimena siempre había sido muy reservada con todo, incluso con Mariam, que habían crecido juntas.
-Hablo de que no soy tonta. A Pedro le has gustado, y aunque no soy adivina, creo que no solo le has gustado como para estar contigo una noche. Y no quiero que por lo que pueda decir Raquel te escondas en ti.
Jimena la oía, pero realmente no la estaba escuchando. ¿Por qué todas conocían a Pedro menos ella? Además, no le apetecía hablar de esas cosas y menos en medio de una multitud de melenudos dando bandazos de un lado para otro.  Empezó a andar, o al menos lo intentó, hacia la caravana, porque Mariam, volvió a pararla.
-Jimena, sé que eres tímida y que te da vergüenza la mayoría de las cosas sencillas, tales como hablar. –Hizo una pausa y movió sus manos en el aire para darle énfasis a su teoría. –Cada  uno tiene sus defectos, pero tú vales muchísimo más que Raquel, así que no la cagues, ¿vale? Deja de ser la princesa invisible, porque yo por mi parte estoy harta de que no se den cuenta que existes.
Y con ese discurso de amiga del alma se giró y se fue hacia la caravana. Para Mariam las conversaciones sobre cosas personales tampoco eran su fuerte. Jimena se quedó clavada en su sitio, viéndola marchar. No sabía si seguirla y comerse la vergüenza que le daba que le hubiera soltado eso y arriesgarse a que siguiera, o dar la vuelta e irse a su tienda de campaña a esconderse por el resto de la noche. 
    Pero la música interrumpió sus pensamientos.La siguiente banda ya estaba empezando a sonar.Se sorprendió de lo rápido que había pasado el tiempo de descanso entre banda y banda. Miró a su alrededor para buscar con la mirada a alguien que llevara la camiseta promocional, y al encontrarlo miró su espalda para leer la lista de bandas de esa noche y leyó Dark Knight.
¡Qué manía tenían todos de ponerles nombres ingleses a sus bandas!
Con un resoplido siguió a Mariam y se acercaron a la caravana, donde estaban dos de las organizadoras del festival. Se las notaba entusiasmadas y contentas, el evento había tenido mucha acogida, incluso más que los años anteriores. Y Jimena estaba muy contenta por ellas, se habían esforzado mucho junto con sus otros tres compañeros. 

-¡Eh, ya empieza el grupo de Pedro! –Gritó Elena señalando hacia el escenario. –Llevo toda la noche esperándolos, con lo que nos costó conseguirlos.

   Jimena, iba un segundo atrás de todas ellas, siguió la dirección del dedo de Elena y llego hasta el escenario para ver a Pedro con una guitarra frente al micrófono. Se quedó inmóvil cuando él empezó a cantar. No era la mejor voz del mundo, tal vez tampoco la más afinada, pero tenía algo que hizo que Jimena no pudiera dejar de mirarlo y escucharlo.
Mariam cogió sus tickets y le dijo que iba a por bebida.
Jimena le pidió una litro de cerveza para ella y dejó que se fuera a la barra.
Sin saber cómo explicarlo Jimena sintió que alguien había invadido en su reino privado, ese que solo abría para ella misma desde hacía mucho tiempo, pues no le habían enseñado a mostrarse tal y como era. Pero allí de pie, en medio de la aglomeración de gente que llenaba el campo se sintió vulnerable, como si todos pudieran ver un cartel luminoso en su frente que dijera ‘Estoy mirando al cantante’ y se sintió tonta.
Convenció a Elena para que le dejara hacer su turno para que ella pudiera disfrutar de la fiesta y así la propia Jimena había encontrado el refugio perfecto para perderse en la voz de Pedro sin necesidad de sentirse observada. Durante la hora que duró la actuación dirigía miradas furtivas hacia el escenario, mientras vendía tickets y se sentía cómoda en su escondite y hasta se olvidó de que su caballero le había pedido verse luego y que ella había dicho que sí.
Pero en cuanto la actuación de Dark Knight terminó volvió a la realidad y que tenía que encontrarse con él. Jimena empezó a ponerse nerviosa y le dijo a su compañera que iba a salir pues necesitaba ir a su tienda de campaña para coger algo. Pensó que si subía a la parte de las tiendas se libraría de encontrarse con Pedro, ya que con lo empinada que era la pendiente para llegar, la gente evitaría subir hasta que fuera necesario.
 Por el camino se topó con Mariam y con Raquel que iban hacia la caravana.

-¡Hala! Se me ha olvidado tu cerveza, Jime, lo siento. –Mariam se llevó una mano a la boca al recordarlo.
-No pasa nada, creo que se me han pasado las ganas de seguir bebiendo.
-¿Qué dices? Pero si aún es súper temprano, Jimena. No seas muermo, después te nos amodorras y no hay quien te mueva.-Interpuso Raquel.
-Cállate Raquel. –bufó Mariam al escucharla.
Jimena resoplo mirándolas a las dos.
-Tengo una idea, ¿Por qué no fumamos algo detrás de la caravana? –Dijo Raquel con una sonrisa que les hizo ver que no hablaba de tabaco. –El problema es que me he dejado la liadora en la tienda.
Jimena volvió a resoplar. La idea de fumar no le desagradaba, al menos estaría detrás de la caravana y cuando terminaran ya le daría igual hablar con Pedro, hasta tal vez tuviera algo más de valor.
-Déjalo. Ya voy yo, no vayas a molestarte. –Dijo Jimena mirándola mientras Raquel sonreía complacida. Se giró hacia Mariam antes de irse.- Cógeme esa litro, me va a hacer falta.

   Cogiendo una bocanada de aire miró hacia la pendiente que llevaba a las tiendas de campaña y gruño para sus adentros, solo de pensar en subir semejante pedazo de tierra y lo peor, bajarla. Eso era casi imposible bajarla de pie y más si uno estaba ya acompañado por el alcohol en el cuerpo.
Con tranquilidad empezó a subir, agarrándose de vez en cuando a algún yerbajo que sobresalía del suelo, en algún momento hasta se reía sola cada vez que miraba hacia arriba y veía el trozo que aún le quedaba. Por el camino se encontró con gente conocida que descendía, saludó a Miguel, que bajaba de culo entre risas, a Juan y Lorena, que trataban de mantener el equilibrio en la hierba… y ahí estaba Jimena subiendo.
Cuando por fin llegó arriba se paró con las manos en las caderas, mirando hacia abajo y soltando un sonoro taco, porque ahora quedaba encontrar su tienda, que estaba perdida en medio del batiburrillo de colores que había esparcido por todo ese campo. Las luces que los organizadores habían puesto ayudaban, pero tampoco mucho, así que comenzó a andar cuando recuperó el aliento. Le vino a la mente Raquel, el momento en haberse ofrecido a subir por la liadora, en que se tenía que haber quedado para buscar a Pedro. Pero entre la vergüenza que le daba y que tampoco quería parecer desesperada después de haberle dicho que sí, parecía que esta era la opción que le había quedado.

-Ey, chica de la cerveza, ¿A dónde vas tan rápido?
Jimena se quedó clavada en el sitio al escuchar a Pedro, levantó la vista y lo vio al lado de una tienda de campaña, sonriendo con una litro en la mano, que levantó en señal de ofrenda.
-Mierda. –Fue lo primero que le salió a Jimena, debido al susto de encontrárselo ahí. Definitivamente Jimena aprendió que no se podía escapar de los problemas.
Pedro volvió a levantar la cerveza para volver a ofrecérsela.
-La chica de la cerveza no puede decirme que no. Además, ya me ha aceptó antes vernos. –Pedro estaba sonriendo con total naturalidad mientras la miraba y esperaba la respuesta de ella. Vio como se apartaba su larga melena negra detrás de la oreja nerviosa. Se giró mientras le hacía un gesto para que lo siguiera.
-En realidad tengo que volver a bajar. –Contestó Jimena a Pedro.- Me están esperando.
-Ya lo sé, pero lo que buscaban ya lo tienen. Y tu fiel amiga me ha enviado a que reponga tus fuerzas con una cerveza. No me digas que no.
Ahora el caballero estaba delante de la princesa que no sabía que era princesa y ésta se puso nerviosa, notó cómo sus mejillas se encendían por la cercanía y sin querer dio un paso atrás.
Sacó del bolsillo una goma del pelo y se ató su odiosa melena, seca y sin brillo, en un moño raro y mal hecho. Ella no era la chica que lograba estar perfecta siempre, o casi nunca.
Al terminar Pedro tomó la mano de Jimena y empezaron a caminar en medio de las tiendas.
El amable Caballero volvió a ofrecerle de su burbujeante bebida.
-Creo que he dado con tu punto débil.
-Creo que sí. –Rió Jimena mientras esta vez aceptaba la bebida.

La princesa de este cuento notó cómo su reino empezaba a abrirse, notaba cómo se extendía hasta dejar entrar a un habitante nuevo. No lo podía controlar y tampoco quería, ese caballero que le estaba sujetando la mano le estaba destruyendo las murallas y cruzando los fosos para llegar al castillo. Y la princesa estaba cansada de estar sola en el reino.

   Llegaron hasta una tienda de campaña de colores verdes y azules y aunque ya había un nuevo grupo sonando y se escuchaba perfectamente entre ellos había un agradable silencio. Jimena estaba un poco más tranquila, su corazón había rebajado la intensidad de sus latidos. Pedro sentía todo lo contrario, su corazón estaba dando saltos de alegría en su pecho, sostenía la mano de su chica de la cerveza con la suya propia, sus dedos estaban entrelazados y él solo quería que ese momento no terminara.
Pedro siempre había sido un poco distinto de todos sus amigos, era tranquilo y estaba seguro de sí mismo, siempre buscaba gente que fuera parecida a él para tener de compañía y casi nunca se equivocaba. Por eso huía de la gente como Raquel, bocazas, demasiado extrovertida y en el fondo, alguien que ni siquiera se apreciaba a sí misma, porque debajo de toda esa alegría que vendía no había más que humo y un complejo de sabe Dios qué. Le gustaban las personas como Jimena, que estaban ahí y no sabían que con una sonrisa tímida podían iluminar un cielo oscuro como el de esa noche calurosa de agosto.
Con disgusto soltó su mano, solo para poder abrir la cremallera de la tienda y que pudieran sentarse allí los dos.
-No sabía que estabas cantando en Dark Knight. –Empezó hablando ella, titubeando, pero queriendo saber un poco más sobre el caballero que estaba a su lado.
 Dio un trago a su cerveza y se la volvió a pasar.
-Creía que habías ido a los otros dos festivales. Dark Knight actuó en el primero.
-Sí, sí fui, y recuerdo al grupo el primer año, pero tú no estabas cantando.
-Sí estaba. –Sonrió mientras el también le daba un trago a la cerveza.
-Que no, que era otro chico. Era…
Ella no terminó su frase porque mientras trataba de decirla él estaba buscando dentro de su bolsillo y pensó que no le prestaba atención. Pero lo que el caballero estaba haciendo era buscar algo que le demostrara que era él y de su bolsillo sacó su cartera en la que tenía una foto de la banda y él como cantante.
-Era más gordo. Puedes decirlo. –Sonrió mirándola. –Estoy en la banda desde el inicio, pero estoy cambiado.
-¡Joder! Sí que estás cambiado, sí… -Jimena sonrió un poco avergonzada y se escondió detrás del vaso de cerveza mientras le daba un buen trago.
Pero mientras la princesa ocultaba su sonrisa, le fue imposible esconder su mirada y esta se encontró con la del caballero que seguía sonriendo de manera suave hacia ella.
-¿Me estás diciendo que estoy bueno? Porque si es eso lo que quieres decirme te dejo, que no tengo problema en escucharlo. No pasa nada, chica de la cerveza, vamos. –Lejos de hacer que Jimena se sintiera cohibida, o que se estaba riendo de ella, su caballero estaba haciendo que se sintiera bien entre sus bromas, escapándosele la risa detrás del vaso. –Vamos, ¿No vas a decírmelo? No me lo puedo creer, aun no estoy lo suficientemente bueno. –rió sacudiendo la cabeza.
-No seas bobo, estás muy bien. –Se atrevió a decir Jimena sin ser capaz de apartar la vista de los ojos de ese Caballero que sentía como un imán. Ese caballero tenía el pelo rubio, un poco rizado y con la medida justa para que Jimena pasara sus dedos entre sus cabellos. Era alto, bastante más alta que ella, y debajo de la camiseta se preveía un cuerpo fuerte y torneado.
-¿Ves, chica de la cerveza? No era tan difícil decirme lo bueno que estoy.
-Te has vuelto un poco creído, ¿no? –Rió mirándolo. –Jimena. Me llamo Jimena. –Le dijo aun sonriendo y ya habiendo olvidado casi todo nervio que había en su cuerpo.
A través de ellos corría como una energía tranquilizadora, o tal vez era el alcohol el que hacía que Jimena estuviera más relajada.
-Ya lo sé, me lo ha dicho Mariam. ¿Por qué no te he visto nunca con ellas antes?

Y la princesa que no sabía que era princesa volvió a su realidad. Se encogió de hombros pensando en una buena excusa, pero prefirió dar una respuesta.

-Seguramente me hayas visto, pero no soy muy recordable. Y cuando se está tan bueno como estás tú menos aún.
-¡Ey! Eso me ha ofendido. –Bufó mirándola. –Acabas de decir que porque tengo el cuerpo que tengo no eres recordable para mí, pero que si te hubiera conocido antes, por ejemplo, cuando estaba gordo, ¿sí?

Jimena bajó la mirada ante lo que Pedro había dicho, avergonzada ante su propia verdad. La gente no solía prestarle mucha atención y cuando era cosa de chicos, se volvía invisible. Había tenido sus historias, algún novio, pero pocos creían que merecía la pena darle la oportunidad de vencer la timidez que tenía. Ella no sentía la necesidad de participar en ciertas cosas o conversaciones que consideraba que no le merecían la pena y ya se sabe que cuando no entras en el redil de la mayoría no sueles estar presente por la vida de estos.

-Jimena, si estuviste en el primer festival te conocí, porque recuerdo haber estado con Raquel y Mariam. Y fíjate, te conocí cuando era gordo y no te recuerdo y tú tampoco a mí. Y ahora que resulta que, cito textualmente, tan bueno como estoy yo…-Sonrió mirándola. –Sí te voy a recordar.
Pedro quitó de la mano de Jimena la ya casi vacía cerveza y la dejó a un lado, volviendo a entrelazar sus dedos con los de ella, queriendo sentir su piel de nuevo.

-Todos somos prejuiciosos y vanidosos. Unos más que otros. Juzgamos y señalamos, aunque no nos demos cuenta de ello. ¿Podrías olvidar que estoy bueno y acordarte de mí mañana? Prometo que no les diré a nuestros hijos que solo me querías por mi físico.

Jimena abrió los ojos como platos y soltó una enorme carcajada al escuchar a Pedro decirle eso, momento que Pedro aprovechó para rodearla con los brazos sin parar de reír.
-Lo que cuesta hacerte reír, chica de la cerveza.
Y por primera vez en su vida, la princesa que no sabía que era princesa supo que había encontrado su reino, que era mucho más grande que el suyo propio. Sintió que alguien le daba un reinado compartido y quiso quedarse entre los brazos de su caballero para sentirse en casa.
Pero en la era moderna donde las princesas no saben que son princesas y van a festivales de rock a veces la tecnología es más molesta de lo que piensan.
 Y el móvil de Jimena sonó interrumpiendo el fantástico momento. Buscó el aparato en su pantalón, pero Pedro no la dejó salir de entre sus brazos, así que tuvo que hablar con Mariam a través de la pétrea mirada de Pedro.

-¿Qué quieres?
-¡Uhhh! ¿He interrumpido? –Contestó Mariam al otro lado con tono de guasa.
-No, Mariam, ¿qué quieres?  -Jimena puso los ojos en blanco al escuchar la risita de su amiga al otro lado del teléfono.
-Nada, era sólo para preguntarte si necesitabas que me fuera a dormir a la tienda de Rocío, ya sabes…. –Mariam seguía con sus risitas de felicidad por su amiga.
-No, no. Voy a bajar ahora, va a empezar el último concierto y quiero escucharlo.
-Definitivamente, eres tonta, Jime. –Y sin que Mariam le diera opción a contestar le colgó el teléfono y Jimena se quedó mirando el aparato.
-¿Has cabreado a alguien? –Quiso saber Pedro.
-Ehm… no estoy segura. –Sonrió levantando la mirada hacia él. –Me gustaría ver el último concierto de hoy.
-Por supuesto, chica de la cerveza. –Se levantó y tiró de las manos de Jimena para levantarla. Volvió a coger su mano para caminar, pero al llegar al borde de la pendiente, donde Jimena se frenó en seco. -¿Qué pasa?
-Será mejor que me sueltes la mano si no quieres bajar haciendo la croqueta. La hierba está mojada porque dentro de poco amanecerá ya y cada vez que bajo esta maldita pendiente la bajo con el culo. –Levantó un dedo para avisarlo. –Prohibido reírse.

Pedro apretó los labios mientras la miraba, tratando de contener la risa ante lo que le había dicho. Pero no pudo y soltó una carcajada enorme, lo que le valió un empujón y de regalo un “idiota”.

-Perdona chica de la cerveza, es que me acaba de venir a la mente que esta tarde, mientras estábamos momento los equipos, te vi bajar esto con el culo.
Jimena se tapó con una mano la cara mientras trataba de no reírse ella también, menudo resbalón se había pegado cuando bajaba con Mariam y ya no había podido levantarse el resto del trayecto hasta llegar abajo. Y ahora resulta que él la había visto.

-Ven. –Volvió a tirar de la mano de ella y la puso detrás de su cuerpo. –Sube, yo te llevo. –Dijo Pedro entre risas. –Pero si nos caemos es por tu culpa y solo por tu culpa. Les diré a nuestros nietos que su abuela me quería por mi físico, pero que no tenía en cuenta mi cabeza, ¿entendido?
   A Jimena volvió a darle la risa al escucharlo, había pasado por los hijos y ya estaba directamente en los nietos. Esta asintió con la cabeza y se subió a caballito sobre la espalda de Pedro, abrazándose a su cuello. Cerró los ojos y disfrutó del contacto y se inundó con el olor que desprendía su piel.
-Pero tienes que prometerme una cosa. –Jimena asintió dispuesta a prometerle el mundo. –Prométeme que mañana harás algo más que sólo acordarte de mí.
-Prometo que les contaré a nuestros biznietos que al día siguiente de conocernos sabía que eras más que un cuerpo perfecto.

El Caballero giró su cabeza hacia la Princesa y supo que le acababa de dar un trono y que tendrían un reino. También un reinado largo. Y juntos.
De manera natural y sincera sellaron el pacto con un suave beso, con algunas caídas en el descenso. Con una cerveza y música rock.



Epílogo

   Jimena estiró su cuerpo todo lo que puso, sentía que le dolía cada parte de él. Quería seguir durmiendo pero se había olvidado de cerrar las cortinas la noche anterior y la luz del mes de agosto entraba a raudales por la ventana ya a esas horas.
Abrió los ojos despacio y lo primero que hizo fue encontrarse con el otro lado de la cama vacío, lo que hizo que notase un pellizco en el corazón al sentir esa soledad. Se tumbó boca arriba y pensó en la mirada de ojos negros de Pedro, en su sonrisa sincera, en sus carcajadas contagiosas, en eso pequeño beso que podía experimentar solo con pasar la punta de sus dedos por los labios…
Con algo de prisa se levantó de la cama y fue directa al baño, necesitaba vomitar y sacar lo poco que hubiera en su estomago. Pronto percibió a alguien detrás de ella, sujetando su pelo y pasándole la mano por la espalda para tranquilizarla hasta que todo terminó y levantó la cabeza. Se encontró con esos ojos.

-¿Cómo estás, chica de la cerveza? – Preguntó Pedro mirándola con una sonrisa. –No se puede beber tanto, ya sabes cómo son las resacas.
-Idiota… -Rió Jimena mirándolo con cariño. –Creo que prefería las resacas.
-¿Qué dices? –Pedro contestó haciéndose el ofendido al mismo tiempo que levantaba la camiseta de Jimena y posaba una mano en su vientre ya de casi seis meses. –Por fin voy a tener a quien contarle como te enamoraste de mi cuerpazo.

Los dos se echaron a reír. Jimena se lavó los dientes y Pedro la miraba a través del reflejo del cristal. Se acercó a ella y depositó un beso en su nuca.

-Feliz tercer aniversario, chica de la cerveza. Te quiero.
Jimena posó su mirada en la de él a través del espejo. Pedro estaba detrás, tenía su mandíbula en la cabeza de ella y se le veía radiante. Sus manos pasaban alrededor de su cintura y terminaban en el centro de su voluminosa barriga, como si quisiera proteger su reino a toda costa.
-Nosotras también, tío bueno.

Y gracias a una cerveza, música rock y un Caballero la princesa que no sabía que era princesa descubrió que tenía un Reino y que tendría un reinado duradero. Porque para ser princesa no se necesita querer un Reino, sino merecerlo.




Natalia Alma