martes, 19 de enero de 2016

I will love you again.

 
I will love you again.

Escuché el sonido de su voz detrás de mí, en mi cuello. Recorriendo cada centímetro de mi piel como si fuera un susurro, como si fuera un secreto entre dos amantes que se reencuentran a plena luz del día frente a todo su mundo oculto.
La banda seguía tocando, la música llenaba nuestros sentidos y yo podía sentir como la guitarra delante de mí chocaba contra mis muslos. La apreté más, quería hacerla mía, quería que en cada rasgadura de sus cuerdas pudiera sentir como él volvía a hacerme el amor como casi cada noche, quería que sólo fuéramos la guitarra y yo la que guardara nuestro amor secreto. Cerré los ojos y me dejé llevar por el sonido que salía de entre mis dedos, sonaba una canción suave, una balada de rock que llenaba entre la voz del amante pasajero que se había alejado ya de mí y el griterío de las mujeres enloquecidas que nunca podrían tener a esa voz que amaban sin conocer.

Olvidé quien era, tal como hacía cada noche; olvidé a quien tenía cerca y a quien tenía lejos en ese momento; olvidé el ruido que había a mi alrededor y logré crear un silencio. Entonces recordé, sólo recordé lo que es el amor. El amor es olvidarlo todo y dejarte llevar por la locura más loca que se te haya pasado por el corazón. El amor es mirar a los ojos de la persona que te hace cometer esas locuras y querer cometer más, aunque éstas te lleven a traicionarte a ti misma y a todos los que quieres. 
La voz de Logan lograba eso y más.
Pero la canción terminó y tocaba abrir los ojos, despacio. Costaba volver a la realidad, pues ahí estaba él, con su sonrisa de ángel de la seducción, encandilando a todas sus mujeres del público, enamorando a cada una de ellas sin siquiera darse cuenta de lo que hacía despertar en cada persona que estuviera a su lado. Y yo no era una excepción; no podía evitar mirarlo con devoción, pues Logan era, a mis ojos, perfecto. Metro ochenta de alto, espalda ancha debido a todo el deporte que hacía, pecho machacado en el gimnasio y unos ojos penetrantes como el chocolate que lo hacían todavía más guapo. Sus labios estaban hechos para morder y besar y su mandíbula era cuadrada y marcada.  Esa misma cara que se estaba girando hacia mí para llamarme y pedirme que me pusiera a su lado, igual que el resto de la banda, para despedir el concierto después de esta última canción.  Me puse la guitarra en la espalda y pasé un brazo por la cintura de Logan y otro por los hombros de Devine, nuestro batería, y nos inclinamos en reverencia hacia el público, agradeciéndoles el haber llenado el aforo por completo esta noche.  Una, dos y hasta tres veces para agradecer la enorme ovación que siempre conseguía Logan al finalizar uno de sus conciertos. Era espectacular lo que una persona de veintiún años podía llegar a conseguir: llenar cada noche de concierto sólo por la maravillosa voz que tenía. Logan Mitch no era el típico niñato de veinte años que para cantar necesitara uno o dos escándalos al mes, él sólo tenía que abrir la boca, cantar y dejaba que su carisma hiciera el resto. Era encantador hasta decir basta, pero su inteligencia superaba con creces eso y él lo sabía. Aprovechaba cada oportunidad que se le daba para crecer y hacer lo mejor para su carrera. No se dejaba manejar, aunque te dejaba creer que sí. Era un buen encantador de serpientes, por eso había sabido llevar su carrera hasta un tercer disco impecable lleno de toques de rock y jazz, ritmos que si hubiera mezclado cualquier otro artista hubiera sido sinónimo de un dolor de oídos; sin embargo, Logan había sabido rodearse de los mejores y me tenía a mí.

Me bajé del escenario por las escaleras laterales, dejé mi guitarra en manos de uno de nuestros ayudantes y me fui directamente al camerino; necesitaba una ducha con urgencia después de dos horas y media de moverme de un lado para otro sobre el escenario. Podía sentir como mi cuerpo aún vibraba por la emoción del directo, no había dinero que pagara lo que el publico te hacía sentir, y aunque la estrella era Logan y nosotros solo sus músicos, a pesar de mis años de experiencia, esto no me lo había dado nadie. Aunque sabía perfectamente bien que las emociones que sentía al bajar del escenario no eran solo por la excitación de la actuación, sino porque esta era una noche sin Emma. La mujer de Logan no había podido venir a este concierto y eso significaba que esta noche podríamos estar juntos después de un par de noches sin compartir más que escenario. Podía sentir como corría por mi cuerpo el ansia, las ganas y el placer de la espera al mismo tiempo que el agua se llevaba los restos de una noche ya mágica, sabiendo que ese «Te volveré a amar» que Logan cantó a mis espaldas había sido para mí, por eso había podido sentir como su voz resbalaba por mi piel. 

—Vamos a salir. ¿Te apuntas?
Escuché la voz de Tate a través de la puerta mientras apagaba el agua. Él era el jefe de seguridad de Logan y cuando Logan quería salir, Tate se ocupaba de movernos a todos los que fuéramos con él. Grandullón pero tan noble como un cachorrito, sabía más secretos de Logan que nadie. O casi. Cuidaba de todos nosotros como si fuéramos sus hijos y dado que yo era la única chica de la banda, tenía un especial cuidado en mí. No se me acercaba ningún chico a menos de dos metros si no era bajo su vigilancia férrea y si podía, con cacheo incluido. La mayoría de las veces me hacía gracia, no tenía el más mínimo interés en ningún chico que no fuera Logan y a él ya lo tenía asegurado.
—Por supuesto. ¡Londres nos espera!
Terminé de secarme y vestirme después de escuchar a Tate irse. Me puse unos pitillos negros, una camiseta medio rota de Los Ramones y me sequé el pelo con rapidez; lo tenía bastante corto y negro como el azabache. Me miré en el espejo y paré un segundo. Me miré, me miré bien, concentrándome en mí, en mis ojos grandes y claros, tan claros como el cielo. Era una combinación rara, pelo tan negro y ojos tan azules, aderezada con una piel que parecía porcelana, pero no había en mí mucho que fuera común. Me disfracé los labios con mi lápiz rojo intenso y estaba lista.  Abrí la puerta del baño dispuesta a ir a buscar al resto de los chicos, pero Logan estaba de pie delante de mí. Acababa de entrar; aún tenía el pelo mojado por la ducha y en su boca una sonrisa de superioridad. Levanté una mano y la pasé por su pelo, echándolo hacia atrás y dejando que el agua que le sobrara resbalara por mis dedos. No podía evitar mirar esos ojos del color del chocolate, me volvían loca y me hacían perder la razón, si es que alguna vez la había tenido. Este chico era la locura en persona.
—No quieres salir.
—Sí que quiero —ratifiqué mirándolo a los ojos—. Tate cuidará de mí.
—Tú te sabes cuidar muy bien sola, Noah. No te hace falta un hombre de dos metros por dos metros para espantar a otros, te he visto echando miradas más efectivas que algunos empujones de Tate —se rio en mi cara mientras se acercaba un poco más y sus labios tocaban los míos—. Lo haces aposta, ¿a que sí? Lo de pintarte los labios de rojo.
—Sabes que sí —enganché un dedo en la cintura del pantalón de él y tiré para acercarlo más hacia mí, necesitaba volver a sentir sus besos intensos, no solo un leve roce como ese—. ¿Y si no quiero salir, como has dicho, qué quiero?
—Que te bese. Que te coja por la cintura y te siente sobre el lavabo para poder meterme entre tus piernas y besarte a tus anchas.
—Tienes razón, no quiero salir —levanté la vista despacio hasta sus ojos, subiéndola de sus carnosos labios—. Quiero eso.
—Pero vamos a salir, porque te gusta provocarme y a ese juego podemos jugar dos. Vamos a pasar la noche con los chicos, esperando a que todos duerman. Aumentaremos el anhelo y tú tendrás que esperar por haberme dicho que te pintas los labios de rojo aposta.
En su boca se dibujaba una sonrisa torcida, lo estaba disfrutando. Tomó uno de mis labios entre sus dientes y lo dejó con un suave mordisco y una palmada en mi trasero.
—Mamón.
—Te espero en la furgoneta —se rio con ganas mientras dejaba mi camerino.
Puse los ojos en blanco y fui a recoger mis cosas. Cogí mi bolso y me reuní con el resto de chicos en el pasillo. Los de sonido, montaje y el resto de los músicos íbamos a pasar la noche juntos. Aunque no era algo normal que un artista saliera con los chicos que montaban su escenario, en nuestro grupo de trabajo era lo habitual. A pesar del éxito que tenía, Logan hacía que fuéramos una gran familia, invitaba a nuestras familias y amigos a los conciertos y cuando salíamos solíamos hacerlo todos juntos, lo hacían sentir más arropado, sin dejar que despegara los pies del suelo. Y para ser sinceros, también tranquilizaba eso a mi familia, que aún no entendía muy bien que hacía sola en un mundo de tantos hombres.  El amor, mamá, el amor me tiene aquí. Pero eso era algo que no quería contarle, así que puse mi modo sonrisa y me enganché al hombro de Devine para ir hacia la furgoneta. Logan estaba parado contra una pared, esperándonos, vestido de negro y mascando chicle. Este momento solía ser un caos, normalmente aún quedaban fans esperándolo y solían tratar de dejarnos sordos a todos, así que al salir del recinto, se formaba un cordón con los chicos de seguridad. El primero en pasar siempre era Logan, siempre disfrutaba cada grito que le daban, y después íbamos el resto de los músicos. Esta vez nos dividiríamos en dos furgonetas.
—¿Dónde se ha visto que la estrella espere por los músicos, eh? —dijo Logan con chulería mientras se recolocaba el pelo ya casi seco y marcaba sus ya anchos rizos.
—Habla con la chica, siempre es la chica —giré la cara hacia Stephan, el bajista, al escucharlo.
—¿Perdona? Habla tú con la chica, que está aquí. Si quieres hablamos de esas notas que se te han escapado y después podemos hablar de si ya estabas en el pasillo cuando yo salí.
—Uhhhhhh….uuuuhhhhhh…
Fue un abucheo generalizado y tras eso un estallido de risas compartidas, los enfados entre todos nosotros no pasaban de los dos minutos, no podía ser así si queríamos trabajar juntos y además bien, aunque de vez en cuando nadie podía quitar nuestras riñas y además, al ser la única chica, solía ser el blanco de todas las bromas, pero para ser sinceros, yo tampoco me quedaba atrás en tocar las narices a los chicos. Así que entre bromas y risas, y algunas pizzas pasamos el tiempo hasta llegar al local, al que entramos por la puerta de atrás y nos llevaron enseguida a una zona vip reservada para Logan y amigos. Me dejé caer en uno de los sofás, encendí un cigarrillo y me relajé un poco mientras sentía el humo en mi boca. Jugué con él hasta que lo dejé salir y miré de soslayo. Logan estaba sentando enfrente, mirándome y negando con la cabeza con una sonrisa, la camarera estaba dejando botellas de champán en la mesa y los chicos se dedicaban a abrirlas mientras que la camarera prefería dedicarse a pararse de pie delante de Logan para llamar su atención. Todas esperaban llevarse un trocito de Logan Mitch, todas esperaban que se fijaran en ellas y que Logan le fuera infiel a su perfecta y guapa esposa, pero ninguna lo lograba. Logan levantó la vista con una sonrisa suave y con un gesto sin arrogancia señaló su alianza de matrimonio para decirle que no estaba interesado en sus coqueteos. Ninguna era la afortunada de hacer que Logan fuera infiel.  Muchos pensaban que se había casado demasiado joven, pero yo que conocía a Logan desde que tenía dieciséis años sabía que no era así, estaba tan enamorado de Emma que no pudo esperar más para casarse con ella, la quería de verdad, de esos amores reales y duraderos que te hacen mantenerte cuerdo. Y después de casi dos años de matrimonio seguía siendo así a pesar de todo.
Y yo quería a Logan de una manera tan profunda que estaba dispuesta a compartirlo con su mujer sin pedir ni esperar nada. Bueno, mentira, ahora quería una cosa. Que la juerga terminase, irnos al hotel y disfrutar de Logan. Necesitaba volver a sentirlo, necesitaba que volviera a tocar mi piel y sentir como la mía volvía a la vida con él, estaba necesitada de sus besos, de su tacto, de su magia, de que me sacara de este sopor de días de su ausencia. Pero la noche pasó lenta, el champán corrió más y las mujeres intentaban una detrás de otra sin éxito que Logan les dedicara algo más que una mirada amable. Mientras yo me divertía con Devine y Harry, bailando y bebiendo, echándonos unas risas y pasado de un estado risueño a uno que empezaba a ser ebrio y confuso hasta que Logan paró la fiesta y volvimos a la furgoneta que nos llevó de vuelta al hotel.
—Yo cuidaré de ella —dijo Logan mientras me alzaba y me cargaba sobre el hombro. Me quedé colgada boca abajo, con el culo de Logan frente a mis narices, el cual palmeé.
—Mejor que lo hagas, o tu suegra te hará una visita pronto —rieron varios de ellos ante el chiste de Harry.
—¡Su suegra está muy contenta con sus cuidados! —medio vociferé mientras volvía a palmear el culo de Logan y este me daba una palmada en la pierna como advertencia. Me callé de inmediato y cada uno se fue hacia su habitación.
Logan cumplió y se ocupó de mí, me llevó a mi habitación y me tumbó sobre la cama, se subió a horcajadas sobre mí y me miró directamente a los ojos.
—Tienes que dejar de beber o se va a enterar todo el mundo.
—Deja de darme champán, entonces.
—No era todo para ti. —Logan se acercó más a mí, sus labios casi me estaban rozando los míos—. Te has portado muy mal hoy.
—Sí, pero mira mis labios, siguen igual de rojos.
Lo estaba provocando y me encantaba, no podía resistirlo, necesitaba que quitara las distancias que había ya entre nosotros y me besara. Pero no lo hizo, solo me miró, pasó una mano por mi mejilla y apartó el pelo de mi cara y me besó con suavidad en la mejilla. 
—No, no, no. Quiero un beso, quiero que me beses, Logan.
Él se rió y hundió su cara en mi cuello, dándome un pequeño mordisco que me hizo soltar un suave gemido, yo metí mis manos debajo de su camisa negra, el siguió mordisqueando mi cuello y de ahí en adelante todo fue muy deprisa. La ropa desapareció de escena, nuestros cuerpos empezaron a unirse y a sentirse y yo dejé de pensar, igual que había hecho en el escenario. Olvidé quien era y a quien tenía cerca, porque lo único que podía hacer ahora era olvidar y disfrutar de Logan, de las horas que podía amar mi locura y hacer más locuras, disfrutar de cada beso que nos dábamos, de cada mirada de complicidad que compartíamos, de cada roce de nuestra piel como si fuera la última vez, porque cada una podía ser la última vez. Y solo quedó lugar para la pasión que compartíamos en la noche cuando llegó el momento de que nuestros cuerpos se unieran en el placer. Sólo quedaba mirarnos a los ojos y vivir nuestra locura en secreto, era solo nuestra locura, de nadie más.  De nadie más cuando nos abrazábamos y quedábamos en silencio escuchando la respiración del otro, de nadie más cuando se quedaba a mi lado para pasar horas hablando de cosas que solo él y yo sabíamos mientras sentía su pecho contra mi espalda, y sus labios contra mi hombro, tal como estábamos ahora.
—Tienes que dejar de beber, Noah.
—Emma nunca se va a enterar por mi boca, Logan.
—Lo sé, pero no te lo digo por Emma. Muchas noches trabajas, bebes y vuelves a trabajar a la noche siguiente, no quiero que sea así para ti.
Me giré entre sus brazos y quedé de frente a su rostro, recorrí con un dedo el contorno de sus labios y lo disfruté, como si estuviera memorizándolos.
—¿Y si se lo cuento?
—No eres así.
—Ella siempre ha pensado que soy una egoísta. Podría darle razones.
—Bueno, lo eres, no tienes que darle razones —se rio mirándome.
Sí que es cierto que soy egoísta, si no no estaría acostándome con un hombre casado, ni me daría igual que lo estuviera, o me importaría que su mujer sufriera por ello. Pero nada de eso me importaba, no me importaba que Logan estuviera casado y su mujer no sufría por ello. Tampoco Logan lo hacía, no sufría con lo que teníamos, porque sentía que el pasaba por lo mismo que yo.
—¿Se te ha pasado la borrachera?  —asentí mientras lo miraba a los ojos—. Bien, porque ahora lo que quiero hacer es borrarte esos dichosos labios rojos que casi siguen intactos. Me están poniendo nervioso y necesito irme a mi habitación antes de que amanezca y ellos no me dejan.
Reí al escucharlo. Le encantaban los labios rojos, no sabía por qué, pero lo volvían loco y pintármelos era lo único que podía hacer a la vista de todos que fuera solo para él. Lo vi separarse de mí y enseguida noté un frío descorazonador, lo vi ir al baño después de ponerse sus bóxers y volver con una toallita en la mano.
—No jodas, pensé que me los ibas a borrar con besos, no con eso —dije mientras me incorporaba un poco y me tapaba el pecho desnudo con la sabana. Logan volvió a sentarse a horcajadas sobre mí con una sonrisa, mientras sostenía la toallita muy cerca de mi boca—. No es gracioso, aparta eso.
—Noah, he dicho que necesito irme antes de que amanezca, si empiezo a besártelos de nuevo así de rojos no podré irme. Ven aquí —con un resoplido me incorporé sobre mis codos y dejé que pasara la toallita desmaquilladora por mis labios de manera suave mientras sonreía—. Sólo me gustan en ti. Los labios rojos, digo. Con el color de tu pelo, el tono de tu piel y tus ojos. No me gusta el rojo en los labios, pero en ti sí, es como la combinación perfecta.
—¿Es una declaración de amor? —alcé una ceja mirándolo con sorna.
—Dos años y medio después deberías saber que es más que eso.
Lo sabía. Dos años casado con Emma. Dos años y medio engañándola conmigo. Lo que nos unía era más que un simple romance clandestino escondido tras alguna puerta.
—Era una broma —levanté la vista para mirarlo a los ojos—. Me alegro que todo esto no sea un drama.
—Yo también, gracias por ser como eres —esta vez el beso fue suave, con cariño y ternura—. Ya no los tienes rojos —sonrió suavemente—. Me voy, nos vemos mañana.
Asentí mientras lo veía bajarse de encima de mí. Lo vi vestirse y sentí su beso de despedida como un hasta pronto que se me antojaba demasiado lejano en ese momento. Me quedé dormida enseguida sólo para no tratar de pensar en el olor que aún había a Logan por toda la cama.

La mañana siguiente se me antojó resacosa y de dudosos recuerdos en la discoteca, despertándome con un mensaje de móvil. Mi hermana estaba de visita en el hotel, se había escaqueado de clases para poder pasarse, se iría por la tarde y quería que comiéramos todos juntos. Genial. Me levanté para una ducha rápida, me vestí con lo primero que pillé en la maleta y bajé al restaurante del hotel. Ya estaban casi todos sentados a la mesa, músicos, estilistas, técnicos de sonido, arreglistas, mi hermana y, sentado a su lado, Logan.
—¿Por qué soy la última y por qué habéis madrugado tanto todos? ¿Es un complot?
—Eres la chica, te lo dije ayer y te lo digo siempre.
Pasé al lado de Stephan justo en el momento que lo dijo, así que le cayó su correspondiente colleja y las risas de todos. Al llegar a mi sitio, le di un beso a mi hermana y me senté.
—¿Y tú vas a dejar de escaquearte de clases? Mamá y papá deben de estar contentos contigo, hija —resoplé.
—Deja de hacer de hermana mayor, que no te pega, Noah. Tú los tienes más contentos que yo —se rio mirándome—. Menos mal que tienes a Logan para que eche un ojo.
—No sé qué haría sin él —dije con sarcasmo, mirándolos a los dos, mientras los demás se reían.
La comida pasó en una charla amena, tranquila y hasta divertida a veces, pero a mí me apetecía irme de nuevo a la habitación y seguir durmiendo otro rato, así que cuando se terminó el postre, cada uno cogió hacia su camino. Cada técnico tenía trabajo que hacer, los estilistas necesitaban empacar toda la ropa para el siguiente viaje y los músicos necesitamos dormir nuestra resacosa mañana post—concierto, así que cuando solo quedamos mi hermana, Logan, Devine, Harry y yo, los ánimos ya iban a menos.
—¿Vas a aprovechar la tarde? —le preguntó Harry a mi hermana.
—Por supuesto, dentro de cuatro días me encierro para empezar a preparar los exámenes —sonrió mirando a Logan—. Tengo que aprovechar a mi marido ahora.
Logan la miró sonriendo, orgulloso, dándole un beso lleno de ternura. Yo los miré sonriendo, sabía que a mi hermana nadie podía hacerla más feliz que Logan, lo supe desde el primer momento que los vi juntos. Emma era una persona cálida, que necesitaba amor y protección, el amor y la protección que le daba Logan.
—Eres muy empalagosa, Em —me levanté dándole un beso a modo de despedida—. Y yo tengo una resaca lo suficientemente grande como para saber que no debo mezclarla con tu amor empalagoso.
—Hasta luego, cuñada.


Choqué los cinco con Logan y los dejé para volver a mi habitación. Me metí de nuevo entre mis sábanas con olor a Logan y evoqué los recuerdos de la noche anterior mientras esperaba hasta la siguiente. Porque como dije, yo amaba a Logan de una manera tan profunda, tan real dentro de mí, era un amor tan verdadero, que podía compartirlo con otra persona sin sentir dolor y más si esa persona era mi hermana y ella era feliz. Porque el amor nos hace olvidar quiénes somos o dónde estamos y hace que nos traicionemos hasta a nosotros mismos.

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