Un
reino con una princesa que no sabe que es princesa.
Esta
historia empieza con un caballero, una cerveza y música rock.
-¿No
es demasiada cerveza para ti?- Dijo el caballero, mirando hacia la dama que estaba
a su lado, callada y bebiendo cerveza de un vaso demasiado grande que necesita
sostener con las dos manos.
Ella
lo miró, como si estuviera sorprendida de que alguien la viera y le hablara.
-¿Qué?
-La
litro que estás bebiendo, ¿No es demasiado?
Jimena
miró a ese desconocido que estaba hablándole, miró a su vaso de plástico lleno
de cerveza y volvió a mirar a chico de sonrisa amplia que le estaba dedicando
su tiempo.
-Ah…
no, no. Puedo con ella, es la segunda. –Contestó ella sin pensar. Él alzó las cejas sorprendido sin quitar la
sonrisa de su boca.
Este
caballero no puede apartar la vista de esa chica menuda, de sus ojos verdosos y
tímidos. Había dejado la charla con la amiga de ella, que en realidad trataba
de seguir llamando su atención.
-Pedro-.
Iba a darle un beso de saludo pero en el momento que se acercó para presentarse
ella reaccionó con un pequeño susto y se echó hacia atrás.
Jimena
abrió los ojos de par en par al verlo tan cerca, se puso nerviosa de que esa
mirada negra y su belleza estuvieran tan cerca de su cara. Pero él dejó una
mano en su brazo y posó su mejilla
contra la de ella, dándole un cálido beso. Jimena respondió con una leve
sonrisa y notando como sus mofletes se encendían. Sí él estaba dos segundos más
pegado a ella, éstas podrían hacer de luces para el festival.
-Encantada.-
Susurró mientras se separaba de él con una sonrisa nerviosa. Miró hacia abajo y
dio un sorbo a su cerveza, necesitaba calmarse un momento.
-¿Es
el primer año que vienes?- Preguntó él.
-¡Qué
va! He ido a los dos primeros de la playa. Pero aquí mucho mejor, al menos no
parecemos croquetas con la arena. –Este sería un buen momento para que Raquel,
su amiga, interrumpiera y le diera un respiro a sus mejillas. -¿Y tú?
Jimena se atrevió a preguntar pero, como si
Raquel hubiera escuchado su mente, cogió a Pedro de la mano y lo hizo girar
hacia el escenario donde estaba tocando la banda de unos amigos, y este la dejó
por invisible.
Estaban
en medio de un campo convertido en un escenario para un festival rock de verano
que habían organizado sus amigos por tercer año consecutivo. Este era una réplica del Monte do Gozo de
Santiago de Compostela, pero más pequeño. Habían dispuesto un escenario con
todo lo necesario para que las bandas tocaran, una barra artesanal para servir
las bebidas a todos los que habían comprado entrada. Y un espacio en lo alto
del campo para montar las tiendas de campaña de la gente que iba a pasar la
noche allí. En el escenario tocaban Grey
Matter y aunque no eran malos, no eran los mejor de esta noche, pero su
música rock estaban haciendo mover a la gente alrededor del escenario.
Jimena
respiró hondo, dio otro trago a su cerveza y miró a Pedro desde atrás, al lado
de Raquel. Ella pasaba su brazo por la cintura de él y no pudo evitar sentir un
respingo de tristeza. Durante unos minutos él había mostrado interés en ella, o
su cerveza, pero la extroversión de Raquel siempre podía con cualquier otra
cosa que hubiera cerca del objetivo que ella tuviera en mente, y estaba claro
que esa noche tenía en mente a Pedro.
Se
giró y se fue en busca de Mariam, otra amiga que seguro estaba bailando frente
al escenario, dejando atrás a Pedro sin darse cuenta que este se había girado
para mirar cómo la dama de ese reino rockero se iba.
Ella
vestía de manera simple, al contrario que la mayoría de la gente que había ido
al festival. Llevaba unos vaqueros algo desgastados, unas botas negras planas y
una camiseta promocional del evento. Eso es lo que le había llamado la atención
a Pedro. Esa vestimenta no estaba pensada para que se fijaran en ella, Jimena
había preferido echar una mano a sus amigos comprando la camiseta y llevándola.
La había visto al principio de la noche sentada en la caravana ayudando a
vender tickets para las bebidas, poniéndose nerviosa cuando le tocaba a ella
atender, pero cercana a las chicas a las que estaba echando una mano. Pedro había
observado a la legua que esa chica era, además de tímida, leal a su gente. Le
había preguntado a sus amigos si la conocían y la mayoría le decían que solo de
vista, de verla con Raquel, pero que no sabían su nombre, que no habían hablado
nunca con ella. De alguna manera le recordaba a una princesa sin trono. Y él se
había quedado atrapado con la amiga que se creía graciosa sin serlo, así que
gruño para sus adentros. Pero aún quedaba mucha noche. Y un mañana.
Jimena
se hizo paso entre la gente, le costaba, era bajita y apenas la veían, pero
entre empujones y malas miradas llegó junto a Mariam, estaba con Rocío e
Ismael, dando saltos al son de la canción que estaban tocando encima del
escenario.
-¿Dónde
te habías metido? Siempre estás desaparecida entre la multitud.- Gritó Mariam
por encima de la música y pasándole un brazo por los hombros, animándola a
unirse a ellos.
Ella
levantó la cerveza para decirle donde había estado.
-He
dejado a Raquel en la barra, está con un tipo.
-¡Qué
raro!
-Pobrecito…-
gritó Rocío hacia ellas riendo, haciendo que todos se rieran.
Saltaron,
bailaron, gritaron y cantaron al ritmo de las canciones que se sabían, ya que
muchos de los grupos eran de los alrededores y todos se conocían y cuando Grey
Matter terminó su actuación, los ánimos se calmaron un poco entre el público,
que respiraron hondo y se relajaron un poco, tomándose un descanso de tanta
música. El siguiente grupo no tocaría hasta dentro de veinte minutos, tiempo
suficiente para que se repusieran fuerzas con unas copas y seguir el ritmo
después.
Mariam
cogió de la mano a Jimena y juntas fueron hasta la caravana donde se vendían
los tickets para poder comprar bebidas en la barra, dejando a Ismael y Rocío
buscando a Raquel, que seguramente ya se había perdido en la tienda de campaña
con el chico con el que habían estado hablando.
Las dos reían, más por el alcohol que por anécdotas coherentes, con sus
brazos entrelazados y con los baches y las bebidas ingeridas para mayores de
dieciocho años no ayudaban a que anduvieran rectas. Mariam, sin querer, hizo
que Jimena trastabillase hacia un lado y chocara contra la espalda de alguien.
Esta se enderezó de inmediato, no le gustaba molestar a nadie, no estaba en
ella ser un incordio y ya tenía la disculpa en la punta de la lengua cuando al
alzar la vista se encontró con los ojos de Pedro de nuevo.
Jimena
abrió los ojos como platos al verlo.
-Lo…
lo siento…lo sien…
-¡Chica
de la cerveza!- La interrumpió el antes de dejarla terminar la segunda
disculpa-. Te dije que era mucha cerveza para ti, o ¿no?
En
su voz no había reproche por el choque, ni burla por verla algo borracha y
tropezarse. En realidad Pedro estaba sonriendo por volver a encontrársela,
antes no había podido ni siquiera saber su nombre ya que se había escabullido
por detrás de él.
-En
realidad ha sido culpa mía-. Sonrió Mariam incluyéndose en la conversación.
Jimena estaba fascinada mirando a Pedro. Este tenía la vista fija en Jimena,
sólo la desvió un momento para mirar hacia Mariam y de nuevo hacia Jimena.
-Pensé
que estarías con Raquel. –Soltó Jimena antes de que se diera cuenta, ya que
ella no tenía nada que decir si estaban juntos, ni siquiera tenía que decirle
que lo había dado por hecho.
-Pues
no. Estaba esperando por otra persona y tu amiga se aburrió de mí y se fue. –
Sonrió mirándola.
Alguien
llamó la atención de Pedro y este se giró para escuchar lo que su amigo tenía
que decirle. Mariam aprovechó el momento para pasar la mano por delante de la
cara de Jimena y despertarla del sueño.
-¡Eo!
¿Alguien en casa? – Jimena le apartó la mano y la miró.- ¿Raquel intentaba
ligarse a Pedro? –Preguntó con una risa torcida.- Iba de culo…
-¿Por
qué? ¿Lo conoces? –Preguntó Jimena sorprendida y Mariam se encogió de hombros
justo en el momento que Pedro volvía a girarse hacia ellas.
-¿Te
importa si nos vemos después, chica de la cerveza? Ahora tengo algo que hacer…
Las
mejillas de Jimena se incendiaron. Se lo estaba preguntando a ella. A ella.
Él
no quitaba los ojos de Jimena, se sentía nervioso, estaba esperando una
respuesta. Esta chica menuda y asustadiza lo estaba poniendo realmente ansioso.
Quería sentarse a charlar con ella, solo con ella, sin nadie más alrededor y
Jimena estaba alargando el momento de decirle que sí. Suspiró cuando Fon, su
mejor amigo, lo volvió a llamar.
-Tío,
tenemos que ir ya.
Pedro
asintió y volvió a mirar a Jimena mientras empezaba a caminar. Esta se giró
para verlo marchar. Mariam le dio un manotazo para recordarle que no le había
contestado.
-¡Sí!
¡Y no soy la chica de la cerveza! –Vociferó, haciendo que mucha de la gente a
su alrededor se girara para mirarla.
-Sí
que lo eres, porque no me has dicho tu nombre… -Rió Pedro. Se giró y siguió su
camino con Fon.
Jimena
se quedó allí parada, viéndolo marcharse y dejando una sonrisa en su cara.
Parecía que ese hombre que se estaba alejando de ella era un caballero andante
que había ido en el rescate de su pisoteada autoestima. Se giró aun sonriendo,
buscando a Mariam con la vista para seguir su camino hasta la caravana, pero de
frente se topó con Raquel y unos morros que le llegaban al suelo.
-¿Dónde
te habías metido? –Espetó a Jimena de malas maneras.
-Fui
a buscarlas a ellas, estaba delante del escenario. Tú estabas ocupada, no es
por nada… -Resopló mirándola.
Raquel
siempre encontraba la forma de culpar a los demás por las cosas que ella hacía
mal. Lo mismo si se equivocaba de zapatos y terminaban doliéndole los pies, que
si metía en un lío a alguien, ella encontraba la manera de darle la vuelta y
salir bien parada.
-¿Vamos
a por los tickets? –Preguntó Jimena mirando a Mariam e intentando ignorar a
Raquel antes de que dijera lo que suponía que tenía en mente y la hiciera
polvo.
-Pedro
es un pesado y tú me dejaste tirada en la barra sin avisarme de que te ibas al
escenario.
-Raquel,
¿Pedro te ha dado calabazas, verdad? Porque siempre dices que un tío es pesado
cuando pasa de ti.
-¡Qué
va! –Dijo Raquel con aire digno-. Voy a buscar a Rocío.
Mariam
resopló mientras la veíamos marcharse.
-No
entiendo por qué todo el mundo piensa que es tan genial, no es más que una
altiva que intenta pisotear a la gente. Todo el mundo la sigue como si fueran
fieles corderitos y ella el pastor y lo único que hace es machacar a la gente.
En el fondo es una amargada a la que nadie fuera de nosotras le hace caso.
Jimena
se sorprendió ante las palabras de Mariam, había dicho lo que muchas veces ella
había pensado pero no se había atrevido a decir en alto por miedo a perder a
todas las demás. Raquel manipulaba la información y los sentimientos de las
demás a su gusto, pero con la gente de fuera no lo lograba tan fácilmente. Solo
usaba su encanto, pero la mayoría se cansaban de ella después del primer beso,
o como mucho, al primer polvo.
-Da
igual, vamos a por los tickets.
Desechó
enseguida la idea de seguir la charla con Mariam, aquello no iba a terminar
bien, pero Mariam no parecía tener la misma intención que ella.
-Jimena,
ni se te ocurra dejar que lo que diga de Pedro te eche para atrás, ¿me oyes?
-¿De
qué estás hablando?
Jimena
volvió a sonrojarse de nuevo, Mariam iba a hablar de cosas que para ella eran
privadas, como los chicos, los sentimientos.
Jimena siempre había sido muy reservada con
todo, incluso con Mariam, que habían crecido juntas.
-Hablo
de que no soy tonta. A Pedro le has gustado, y aunque no soy adivina, creo que
no solo le has gustado como para estar contigo una noche. Y no quiero que por
lo que pueda decir Raquel te escondas en ti.
Jimena
la oía, pero realmente no la estaba escuchando. ¿Por qué todas conocían a Pedro
menos ella? Además, no le apetecía hablar de esas cosas y menos en medio de una
multitud de melenudos dando bandazos de un lado para otro. Empezó a andar, o al menos lo intentó, hacia
la caravana, porque Mariam, volvió a pararla.
-Jimena,
sé que eres tímida y que te da vergüenza la mayoría de las cosas sencillas,
tales como hablar. –Hizo una pausa y movió sus manos en el aire para darle
énfasis a su teoría. –Cada uno tiene sus
defectos, pero tú vales muchísimo más que Raquel, así que no la cagues, ¿vale?
Deja de ser la princesa invisible, porque yo por mi parte estoy harta de que no
se den cuenta que existes.
Y
con ese discurso de amiga del alma se giró y se fue hacia la caravana. Para
Mariam las conversaciones sobre cosas personales tampoco eran su fuerte. Jimena
se quedó clavada en su sitio, viéndola marchar. No sabía si seguirla y comerse
la vergüenza que le daba que le hubiera soltado eso y arriesgarse a que
siguiera, o dar la vuelta e irse a su tienda de campaña a esconderse por el
resto de la noche.
Pero
la música interrumpió sus pensamientos.La
siguiente banda ya estaba empezando a sonar.Se
sorprendió de lo rápido que había pasado el tiempo de descanso entre banda y
banda. Miró a su alrededor para buscar con la mirada a alguien que llevara la
camiseta promocional, y al encontrarlo miró su espalda para leer la lista de
bandas de esa noche y leyó Dark Knight.
¡Qué
manía tenían todos de ponerles nombres ingleses a sus bandas!
Con
un resoplido siguió a Mariam y se acercaron a la caravana, donde estaban dos de
las organizadoras del festival. Se las notaba entusiasmadas y contentas, el
evento había tenido mucha acogida, incluso más que los años anteriores. Y
Jimena estaba muy contenta por ellas, se habían esforzado mucho junto con sus
otros tres compañeros.
-¡Eh,
ya empieza el grupo de Pedro! –Gritó Elena señalando hacia el escenario. –Llevo
toda la noche esperándolos, con lo que nos costó conseguirlos.
Jimena,
iba un segundo atrás de todas ellas, siguió la dirección del dedo de Elena y
llego hasta el escenario para ver a Pedro con una guitarra frente al micrófono.
Se quedó inmóvil cuando él empezó a cantar. No era la mejor voz del mundo, tal
vez tampoco la más afinada, pero tenía algo que hizo que Jimena no pudiera
dejar de mirarlo y escucharlo.
Mariam
cogió sus tickets y le dijo que iba a por bebida.
Jimena
le pidió una litro de cerveza para ella y dejó que se fuera a la barra.
Sin
saber cómo explicarlo Jimena sintió que alguien había invadido en su reino
privado, ese que solo abría para ella misma desde hacía mucho tiempo, pues no
le habían enseñado a mostrarse tal y como era. Pero allí de pie, en medio de la
aglomeración de gente que llenaba el campo se sintió vulnerable, como si todos
pudieran ver un cartel luminoso en su frente que dijera ‘Estoy mirando al
cantante’ y se sintió tonta.
Convenció
a Elena para que le dejara hacer su turno para que ella pudiera disfrutar de la
fiesta y así la propia Jimena había encontrado el refugio perfecto para
perderse en la voz de Pedro sin necesidad de sentirse observada. Durante la
hora que duró la actuación dirigía miradas furtivas hacia el escenario, mientras
vendía tickets y se sentía cómoda en su escondite y hasta se olvidó de que su
caballero le había pedido verse luego y que ella había dicho que sí.
Pero
en cuanto la actuación de Dark Knight
terminó volvió a la realidad y que tenía que encontrarse con él. Jimena empezó
a ponerse nerviosa y le dijo a su compañera que iba a salir pues necesitaba ir
a su tienda de campaña para coger algo. Pensó que si subía a la parte de las
tiendas se libraría de encontrarse con Pedro, ya que con lo empinada que era la
pendiente para llegar, la gente evitaría subir hasta que fuera necesario.
Por el camino se topó con Mariam y con Raquel
que iban hacia la caravana.
-¡Hala!
Se me ha olvidado tu cerveza, Jime, lo siento. –Mariam se llevó una mano a la
boca al recordarlo.
-No
pasa nada, creo que se me han pasado las ganas de seguir bebiendo.
-¿Qué
dices? Pero si aún es súper temprano, Jimena. No seas muermo, después te nos
amodorras y no hay quien te mueva.-Interpuso Raquel.
-Cállate
Raquel. –bufó Mariam al escucharla.
Jimena
resoplo mirándolas a las dos.
-Tengo
una idea, ¿Por qué no fumamos algo detrás de la caravana? –Dijo Raquel con una
sonrisa que les hizo ver que no hablaba de tabaco. –El problema es que me he
dejado la liadora en la tienda.
Jimena
volvió a resoplar. La idea de fumar no le desagradaba, al menos estaría detrás
de la caravana y cuando terminaran ya le daría igual hablar con Pedro, hasta
tal vez tuviera algo más de valor.
-Déjalo.
Ya voy yo, no vayas a molestarte. –Dijo Jimena mirándola mientras Raquel
sonreía complacida. Se giró hacia Mariam antes de irse.- Cógeme esa litro, me
va a hacer falta.
Cogiendo
una bocanada de aire miró hacia la pendiente que llevaba a las tiendas de
campaña y gruño para sus adentros, solo de pensar en subir semejante pedazo de
tierra y lo peor, bajarla. Eso era casi imposible bajarla de pie y más si uno
estaba ya acompañado por el alcohol en el cuerpo.
Con
tranquilidad empezó a subir, agarrándose de vez en cuando a algún yerbajo que
sobresalía del suelo, en algún momento hasta se reía sola cada vez que miraba
hacia arriba y veía el trozo que aún le quedaba. Por el camino se encontró con
gente conocida que descendía, saludó a Miguel, que bajaba de culo entre risas,
a Juan y Lorena, que trataban de mantener el equilibrio en la hierba… y ahí
estaba Jimena subiendo.
Cuando
por fin llegó arriba se paró con las manos en las caderas, mirando hacia abajo
y soltando un sonoro taco, porque ahora quedaba encontrar su tienda, que estaba
perdida en medio del batiburrillo de colores que había esparcido por todo ese
campo. Las luces que los organizadores habían puesto ayudaban, pero tampoco
mucho, así que comenzó a andar cuando recuperó el aliento. Le vino a la mente
Raquel, el momento en haberse ofrecido a subir por la liadora, en que se tenía
que haber quedado para buscar a Pedro. Pero entre la vergüenza que le daba y
que tampoco quería parecer desesperada después de haberle dicho que sí, parecía
que esta era la opción que le había quedado.
-Ey,
chica de la cerveza, ¿A dónde vas tan rápido?
Jimena
se quedó clavada en el sitio al escuchar a Pedro, levantó la vista y lo vio al
lado de una tienda de campaña, sonriendo con una litro en la mano, que levantó
en señal de ofrenda.
-Mierda.
–Fue lo primero que le salió a Jimena, debido al susto de encontrárselo ahí. Definitivamente
Jimena aprendió que no se podía escapar de los problemas.
Pedro
volvió a levantar la cerveza para volver a ofrecérsela.
-La
chica de la cerveza no puede decirme que no. Además, ya me ha aceptó antes
vernos. –Pedro estaba sonriendo con total naturalidad mientras la miraba y
esperaba la respuesta de ella. Vio como se apartaba su larga melena negra
detrás de la oreja nerviosa. Se giró mientras le hacía un gesto para que lo
siguiera.
-En
realidad tengo que volver a bajar. –Contestó Jimena a Pedro.- Me están
esperando.
-Ya
lo sé, pero lo que buscaban ya lo tienen. Y tu fiel amiga me ha enviado a que
reponga tus fuerzas con una cerveza. No me digas que no.
Ahora
el caballero estaba delante de la princesa que no sabía que era princesa y ésta
se puso nerviosa, notó cómo sus mejillas se encendían por la cercanía y sin
querer dio un paso atrás.
Sacó
del bolsillo una goma del pelo y se ató su odiosa melena, seca y sin brillo, en
un moño raro y mal hecho. Ella no era la chica que lograba estar perfecta
siempre, o casi nunca.
Al
terminar Pedro tomó la mano de Jimena y empezaron a caminar en medio de las
tiendas.
El
amable Caballero volvió a ofrecerle de su burbujeante bebida.
-Creo
que he dado con tu punto débil.
-Creo
que sí. –Rió Jimena mientras esta vez aceptaba la bebida.
La
princesa de este cuento notó cómo su reino empezaba a abrirse, notaba cómo se
extendía hasta dejar entrar a un habitante nuevo. No lo podía controlar y
tampoco quería, ese caballero que le estaba sujetando la mano le estaba
destruyendo las murallas y cruzando los fosos para llegar al castillo. Y la
princesa estaba cansada de estar sola en el reino.
Llegaron
hasta una tienda de campaña de colores verdes y azules y aunque ya había un
nuevo grupo sonando y se escuchaba perfectamente entre ellos había un agradable
silencio. Jimena estaba un poco más tranquila, su corazón había rebajado la
intensidad de sus latidos. Pedro sentía todo lo contrario, su corazón estaba
dando saltos de alegría en su pecho, sostenía la mano de su chica de la cerveza
con la suya propia, sus dedos estaban entrelazados y él solo quería que ese
momento no terminara.
Pedro
siempre había sido un poco distinto de todos sus amigos, era tranquilo y estaba
seguro de sí mismo, siempre buscaba gente que fuera parecida a él para tener de
compañía y casi nunca se equivocaba. Por eso huía de la gente como Raquel,
bocazas, demasiado extrovertida y en el fondo, alguien que ni siquiera se
apreciaba a sí misma, porque debajo de toda esa alegría que vendía no había más
que humo y un complejo de sabe Dios qué. Le gustaban las personas como Jimena,
que estaban ahí y no sabían que con una sonrisa tímida podían iluminar un cielo
oscuro como el de esa noche calurosa de agosto.
Con
disgusto soltó su mano, solo para poder abrir la cremallera de la tienda y que
pudieran sentarse allí los dos.
-No
sabía que estabas cantando en Dark Knight.
–Empezó hablando ella, titubeando, pero queriendo saber un poco más sobre el
caballero que estaba a su lado.
Dio un trago a su cerveza y se la volvió a
pasar.
-Creía
que habías ido a los otros dos festivales. Dark
Knight actuó en el primero.
-Sí,
sí fui, y recuerdo al grupo el primer año, pero tú no estabas cantando.
-Sí
estaba. –Sonrió mientras el también le daba un trago a la cerveza.
-Que
no, que era otro chico. Era…
Ella
no terminó su frase porque mientras trataba de decirla él estaba buscando
dentro de su bolsillo y pensó que no le prestaba atención. Pero lo que el caballero
estaba haciendo era buscar algo que le demostrara que era él y de su bolsillo
sacó su cartera en la que tenía una foto de la banda y él como cantante.
-Era
más gordo. Puedes decirlo. –Sonrió mirándola. –Estoy en la banda desde el
inicio, pero estoy cambiado.
-¡Joder!
Sí que estás cambiado, sí… -Jimena sonrió un poco avergonzada y se escondió
detrás del vaso de cerveza mientras le daba un buen trago.
Pero
mientras la princesa ocultaba su sonrisa, le fue imposible esconder su mirada y
esta se encontró con la del caballero que seguía sonriendo de manera suave
hacia ella.
-¿Me
estás diciendo que estoy bueno? Porque si es eso lo que quieres decirme te
dejo, que no tengo problema en escucharlo. No pasa nada, chica de la cerveza,
vamos. –Lejos de hacer que Jimena se sintiera cohibida, o que se estaba riendo
de ella, su caballero estaba haciendo que se sintiera bien entre sus bromas,
escapándosele la risa detrás del vaso. –Vamos, ¿No vas a decírmelo? No me lo
puedo creer, aun no estoy lo suficientemente bueno. –rió sacudiendo la cabeza.
-No
seas bobo, estás muy bien. –Se atrevió a decir Jimena sin ser capaz de apartar
la vista de los ojos de ese Caballero que sentía como un imán. Ese caballero
tenía el pelo rubio, un poco rizado y con la medida justa para que Jimena
pasara sus dedos entre sus cabellos. Era alto, bastante más alta que ella, y
debajo de la camiseta se preveía un cuerpo fuerte y torneado.
-¿Ves,
chica de la cerveza? No era tan difícil decirme lo bueno que estoy.
-Te
has vuelto un poco creído, ¿no? –Rió mirándolo. –Jimena. Me llamo Jimena. –Le
dijo aun sonriendo y ya habiendo olvidado casi todo nervio que había en su
cuerpo.
A
través de ellos corría como una energía tranquilizadora, o tal vez era el
alcohol el que hacía que Jimena estuviera más relajada.
-Ya
lo sé, me lo ha dicho Mariam. ¿Por qué no te he visto nunca con ellas antes?
Y
la princesa que no sabía que era princesa volvió a su realidad. Se encogió de
hombros pensando en una buena excusa, pero prefirió dar una respuesta.
-Seguramente
me hayas visto, pero no soy muy recordable. Y cuando se está tan bueno como
estás tú menos aún.
-¡Ey!
Eso me ha ofendido. –Bufó mirándola. –Acabas de decir que porque tengo el
cuerpo que tengo no eres recordable para mí, pero que si te hubiera conocido
antes, por ejemplo, cuando estaba gordo, ¿sí?
Jimena
bajó la mirada ante lo que Pedro había dicho, avergonzada ante su propia
verdad. La gente no solía prestarle mucha atención y cuando era cosa de chicos,
se volvía invisible. Había tenido sus historias, algún novio, pero pocos creían
que merecía la pena darle la oportunidad de vencer la timidez que tenía. Ella
no sentía la necesidad de participar en ciertas cosas o conversaciones que
consideraba que no le merecían la pena y ya se sabe que cuando no entras en el
redil de la mayoría no sueles estar presente por la vida de estos.
-Jimena,
si estuviste en el primer festival te conocí, porque recuerdo haber estado con
Raquel y Mariam. Y fíjate, te conocí cuando era gordo y no te recuerdo y tú
tampoco a mí. Y ahora que resulta que, cito textualmente, tan bueno como estoy
yo…-Sonrió mirándola. –Sí te voy a recordar.
Pedro
quitó de la mano de Jimena la ya casi vacía cerveza y la dejó a un lado,
volviendo a entrelazar sus dedos con los de ella, queriendo sentir su piel de
nuevo.
-Todos
somos prejuiciosos y vanidosos. Unos más que otros. Juzgamos y señalamos, aunque
no nos demos cuenta de ello. ¿Podrías olvidar que estoy bueno y acordarte de mí
mañana? Prometo que no les diré a nuestros hijos que solo me querías por mi
físico.
Jimena
abrió los ojos como platos y soltó una enorme carcajada al escuchar a Pedro
decirle eso, momento que Pedro aprovechó para rodearla con los brazos sin parar
de reír.
-Lo
que cuesta hacerte reír, chica de la cerveza.
Y
por primera vez en su vida, la princesa que no sabía que era princesa supo que
había encontrado su reino, que era mucho más grande que el suyo propio. Sintió
que alguien le daba un reinado compartido y quiso quedarse entre los brazos de
su caballero para sentirse en casa.
Pero
en la era moderna donde las princesas no saben que son princesas y van a
festivales de rock a veces la tecnología es más molesta de lo que piensan.
Y el móvil de Jimena sonó interrumpiendo el
fantástico momento. Buscó el aparato en su pantalón, pero Pedro no la dejó
salir de entre sus brazos, así que tuvo que hablar con Mariam a través de la
pétrea mirada de Pedro.
-¿Qué
quieres?
-¡Uhhh!
¿He interrumpido? –Contestó Mariam al otro lado con tono de guasa.
-No, Mariam, ¿qué quieres? -Jimena puso los
ojos en blanco al escuchar la risita de su amiga al otro lado del teléfono.
-Nada,
era sólo para preguntarte si necesitabas que me fuera a dormir a la tienda de
Rocío, ya sabes…. –Mariam seguía con sus risitas de felicidad por su amiga.
-No,
no. Voy a bajar ahora, va a empezar el último concierto y quiero escucharlo.
-Definitivamente,
eres tonta, Jime. –Y sin que Mariam le diera opción a contestar le colgó el
teléfono y Jimena se quedó mirando el aparato.
-¿Has
cabreado a alguien? –Quiso saber Pedro.
-Ehm…
no estoy segura. –Sonrió levantando la mirada hacia él. –Me gustaría ver el
último concierto de hoy.
-Por
supuesto, chica de la cerveza. –Se levantó y tiró de las manos de Jimena para
levantarla. Volvió a coger su mano para caminar, pero al llegar al borde de la
pendiente, donde Jimena se frenó en seco. -¿Qué pasa?
-Será
mejor que me sueltes la mano si no quieres bajar haciendo la croqueta. La
hierba está mojada porque dentro de poco amanecerá ya y cada vez que bajo esta
maldita pendiente la bajo con el culo. –Levantó un dedo para avisarlo.
–Prohibido reírse.
Pedro
apretó los labios mientras la miraba, tratando de contener la risa ante lo que
le había dicho. Pero no pudo y soltó una carcajada enorme, lo que le valió un
empujón y de regalo un “idiota”.
-Perdona
chica de la cerveza, es que me acaba de venir a la mente que esta tarde,
mientras estábamos momento los equipos, te vi bajar esto con el culo.
Jimena
se tapó con una mano la cara mientras trataba de no reírse ella también, menudo
resbalón se había pegado cuando bajaba con Mariam y ya no había podido
levantarse el resto del trayecto hasta llegar abajo. Y ahora resulta que él la
había visto.
-Ven.
–Volvió a tirar de la mano de ella y la puso detrás de su cuerpo. –Sube, yo te
llevo. –Dijo Pedro entre risas. –Pero si nos caemos es por tu culpa y solo por
tu culpa. Les diré a nuestros nietos que su abuela me quería por mi físico,
pero que no tenía en cuenta mi cabeza, ¿entendido?
A
Jimena volvió a darle la risa al escucharlo, había pasado por los hijos y ya
estaba directamente en los nietos. Esta asintió con la cabeza y se subió a
caballito sobre la espalda de Pedro, abrazándose a su cuello. Cerró los ojos y
disfrutó del contacto y se inundó con el olor que desprendía su piel.
-Pero
tienes que prometerme una cosa. –Jimena asintió dispuesta a prometerle el
mundo. –Prométeme que mañana harás algo más que sólo acordarte de mí.
-Prometo
que les contaré a nuestros biznietos que al día siguiente de conocernos sabía
que eras más que un cuerpo perfecto.
El
Caballero giró su cabeza hacia la Princesa y supo que le acababa de dar un
trono y que tendrían un reino. También un reinado largo. Y juntos.
De
manera natural y sincera sellaron el pacto con un suave beso, con algunas
caídas en el descenso. Con una cerveza y música rock.
Epílogo
Jimena
estiró su cuerpo todo lo que puso, sentía que le dolía cada parte de él. Quería
seguir durmiendo pero se había olvidado de cerrar las cortinas la noche
anterior y la luz del mes de agosto entraba a raudales por la ventana ya a esas
horas.
Abrió
los ojos despacio y lo primero que hizo fue encontrarse con el otro lado de la
cama vacío, lo que hizo que notase un pellizco en el corazón al sentir esa
soledad. Se tumbó boca arriba y pensó en la mirada de ojos negros de Pedro, en
su sonrisa sincera, en sus carcajadas contagiosas, en eso pequeño beso que
podía experimentar solo con pasar la punta de sus dedos por los labios…
Con
algo de prisa se levantó de la cama y fue directa al baño, necesitaba vomitar y
sacar lo poco que hubiera en su estomago. Pronto percibió a alguien detrás de
ella, sujetando su pelo y pasándole la mano por la espalda para tranquilizarla
hasta que todo terminó y levantó la cabeza. Se encontró con esos ojos.
-¿Cómo
estás, chica de la cerveza? – Preguntó Pedro mirándola con una sonrisa. –No se
puede beber tanto, ya sabes cómo son las resacas.
-Idiota…
-Rió Jimena mirándolo con cariño. –Creo que prefería las resacas.
-¿Qué
dices? –Pedro contestó haciéndose el ofendido al mismo tiempo que levantaba la
camiseta de Jimena y posaba una mano en su vientre ya de casi seis meses. –Por
fin voy a tener a quien contarle como te enamoraste de mi cuerpazo.
Los
dos se echaron a reír. Jimena se lavó los dientes y Pedro la miraba a través
del reflejo del cristal. Se acercó a ella y depositó un beso en su nuca.
-Feliz
tercer aniversario, chica de la cerveza. Te quiero.
-Nosotras
también, tío bueno.
Y
gracias a una cerveza, música rock y un Caballero la princesa que no sabía que
era princesa descubrió que tenía un Reino y que tendría un reinado duradero.
Porque para ser princesa no se necesita querer un Reino, sino merecerlo.
Natalia Alma
Una historia preciosa <3
ResponderEliminar¡Gracias por dejarme conocerla!
Muchas gracias Nika :) Me alegra que te haya gustado.
EliminarEspero subir alguna más pronto y que también te gusten.
Un saludo!